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Álvaro Cuadra, autor de Martín Rivas Toc Toc: "la escritura es un acto de libertad o no es"

Actualizado: 31 oct 2023

Álvaro Cuadra Rojas (Santiago, 1956) es ensayista y académico chileno, pero con domicilio actual en Ecuador, donde trabaja en la Universidad Central. Doctor de la Sorbonne de París en Semiología y Letras, Cuadra es Licenciado en Letras y Magister en Literatura de la Pontificia Universidad Católica de Chile y su trabajo teórico lo ha construido en base a las problemáticas de la comunicación y la cultura, reflejado en numerosas publicaciones científicas, tales como: De la Ciudad letrada a la Ciudad virtual (2003), Híperindustria cultural (2008), Walter Benjamin. Ópticas de la Modernidad (2010), Comunicación política y democracia en América latina (2016), El Príncipe Posmoderno (2019). En esta entrevista conversamos sobre “Martín Rivas Toc Toc” su primera novela, escrita en varias etapas de su vida y que publica bajo el sello editorial de Nass Papier.

¿Por qué el título de tu novela: Martín Rivas Toc Toc?

No es fácil encontrar un título. De hecho, durante mucho tiempo el borrador de esta novela se llamada Los patos de la boda ("Les canards des noces", según la expresión de Agustín) El título Martín Rivas Toc Toc surgió de manera premeditada, pues, es evidente que esta novela dialoga con el clásico de Blest Gana y dicho nexo quería hacerlo explícito. No se puede dibujar bigotes a la Monalisa sin referir la pintura de Leonardo. De algún modo, siento que mi novela cierra un ciclo dentro de mí e inaugura nuevos derroteros para mi escritura. Aquella hermosa escritura del siglo XIX, aquellos espacios aúlicos…¡cómo no enamorarse de Leonor!, los ideales liberales y aquel Santiago de otrora. Soy un profundo admirador de Blest Gana. No obstante, la sociedad chilena ha sido conmovida en sus raíces por la violencia. No se trata tan solo de una ecuación política, estamos ante una mutación de nuestro imaginario histórico y social que todavía no termina de sedimentarse. Atrás va quedando ese mundo ordenado de curas, milicos y mercaderes… Atrás esa ciudad de grandes casonas y estufas a parafina, de té y galletitas. ¡Cómo olvidar a mi abuelita! Sí, esa “modernidad oligárquica” que mezcla aristocracia y valores liberales con sabor a París ha quedado estampada para siempre en la novela Martín Rivas y es parte de nuestra historia literaria. Esta novela se convirtió en un inevitable punto de partida. La mano de Alberto Blest Gana escribe junto a la mía en esos otros océanos, completando así una figura después de más de un siglo. Ya no las mansiones luminosas, ya no los devaneos políticos de una joven república. Ya no París ni aquellas hermosas señoritas de las grandes familias santiaguinas. Ahora, las mansiones de la capital se han convertido en horrorosos cuarteles donde se tortura. La capital es un lugar triste de callejones y prostíbulos, el mediodía es ahora la medianoche. A Martín Rivas debemos agregarle el “Toc Toc”, esto es, leer dichas páginas con la lucidez de la distancia y el dolor. Como se sabe, toda obra es idéntica a sí misma, pero cada época histórica nos propone una nueva lectura. Martín Rivas Toc Toc es la lectura de un clásico desde la experiencia traúmatica de una dictadura, un siglo más tarde. No se trata de escribir desde una moral del resentimiento sino, desde lo grotesco, pues, se trata de una obra literaria y no de un libelo político ni nada parecido.


¿Por qué concebiste una novela kitsch, una “anarco novela” o roman comique?

Los textos, nacen en determinados por contextos. Mi novela no podría ser sino, un grotesco en un país grotesco. En la historia reciente y desde hace ya medio siglo, siento que Chile se ha degradado como nunca antes. Desde el golpe de estado con sabor a Judas y codicia, a conspiración y traición, hasta el dictador detenido en Londres… Y los políticos oportunistas haciendo esfuerzos para traer de vuelta al sátrapa, todo me parece un mediocre sainete en que nuestro país ha perdido toda dignidad, hasta nuestros días. Hay, empero, una mirada de más largo plazo. Martín Rivas nos trae todo el mito aristocrático chileno en que los apellidos y el “buen tono”, la raza y el ocio constituyen los puntos cardinales. En este sentido, nadie como José Donoso en su novela El lugar sin límites ha retratado a Chile como un gran burdel.

Ahora bien, mi diálogo con la novela de Blest Gana es muy concreto, y consiste en apropiarme – literalmente - de su escritura. De tal suerte que construyo una novela collage, fusionando mi historia con aquella del siglo XIX. Lo que resulta de este ejercicio intencionado es aquello que he llamado “anarco novela”. Se trata, por cierto, de una opción literaria y no se relaciona con una opción ideológica o política, pues, a mis años, mi mirada tiende más a una suerte de humanismo escéptico, si tal cosa es posible. Contra lo que pudiera pensarse, la operación semiólógica de escribir en esta modalidad es muy compleja, pues exige leer y escribir de manera simultánea. Se trata de escribir una novela histórica basada en la “historicidad significante” donde la historia misma es inmanente a la superficie textual. Martín Rivas Toc Toc clausura la ilusión mimética, aquella que fundó el realismo y el costumbrismo en aquel Chile de 1862. Ya no hay un narrador en tercera persona sino, una disolución del sujeto, ya no una línea temporal sino saltos. La narrativa del siglo XXI se torna hipertextual e inmersa en la disincronía o desorden temporal. En cierto sentido, se puede aventurar que la “anarco novela” exterioriza un nuevo modo de percibir y significar la realidad, aquello que los filósofos han denominado la posmodernidad.

¿Cuál sería la reacción de Alberto Blest Gana al leer tu novela? ¿Qué pensaría de tu estilo?

Buena pregunta, jamás me lo había planteado. Sabemos que cada época establece límites a la imaginación, al pensamiento, a la percepción. Somos prisioneros de nuestro tiempo histórico y no nos es posible ir mucho más allá. Los sociólogos y filósofos han observado que cada periodo histórico instala un “sensorium”, esto es, un repertorio perceptual; pero, además, instala “habitus”, esquemas fundamentales que permiten la génesis no sólo de percepciones sino de pensamientos y acciones. Me excuso de este paseíto teórico, pero es indispensable para comprender que don Alberto Blest Gana consideraría mi novela como una retahíla de sandeces propio de un desequilibrado mental. Digo esto porque solo en las primeras décadas del siglo XX surge una ruptura mayúscula protagonizada por André Breton, como síntesis del surrealismo y Freud como padre fundador del Psicoanálisis y todo el desarrollo tecnológico de aquello que Adorno llamó la industria cultural (cine, radio, etc.). En síntesis, para don Alberto, mi novela le resultaría aberrante e incomprensible, pues, sus esquemas mentales y culturales corresponden a una cosmovisión decimonónica, muy distante de aquella que impera en nuestros días. Todo indica que le sería imposible reconocer un “estilo” y ni siquiera un valor estético en mi escritura.


¿Qué opinas de las modas literarias? ¿En temas, estilos o géneros? ¿Crees en ellas o son un invento de las editoriales o medios para vender?

Los llamados géneros literarios me resultan incómodos. Un escritor habita la escritura en todos sus matices, en todas sus formas. De una manera no del todo consciente, al sujeto escritor se le imponen ciertas obsesiones, ciertas frases, ciertos temas. No hay temas buenos o temas malos, un insecto es interesante si de ello se ocupa Kafka. Las editoriales producen y distribuyen las obras literarias y lo hacen con criterios de mercado. Siguen, de manera estricta, aquellas tendencias que marca el público. Salvo excepciones, las grandes editoriales imponen patrones de gusto a un lector promedio. Sin embargo, existen pequeñas editoriales que apuestan a una escritura más contestataria, acaso experimental. Las grandes editoriales actúan como monopolios van creando modas y figuras tan efímeras como todos los productos del mercado. Para un escritor, pienso, la cuestión que lo define es su encuentro con la escritura y consigo mismo. La cuestión de convertirse en un “Best Seller” o no, es más un accidente que un propósito.


¿Qué le dirías a aquel joven escritor/a que tiene miedo de publicar su primera obra de ficción? ¿Es realmente voraz o destructiva la crítica literaria? ¿Hay buena crítica?

Me parece que la vocación literaria no depende de la crítica. Es decir, escribir es una necesidad, una pasión si se quiere, más allá de la opinión de tal o cual crítico. La crítica, sin embargo, es útil cuando es honesta y bien intencionada. En Chile, sin embargo, la crítica ha sido menos que regular. Por una parte, durante muchos años estuvimos sometidos al sesgo ideológico ejercido desde unos medios que se identificaban con ideas reaccionarias, de tinte religioso y militar. Luego, a medida que la dictadura iba quedando en el pasado, se impuso una lógica de mercado en que se impuso un canon del gusto en sintonía con las modas internacionales. Siento que las letras fueron tomando un tinte profundamente subjetivo, sea como expresión de minorías sexuales o culturales, sea como escritura pintoresca o sentimental. Lo cierto es que las letras en América latina fueron expurgadas, en mayor o menor medida, de politicidad. Solo se permite el testimonio la nostalgia como motivo literario para la venta. En mi modesta opinión, pienso que un escritor puede romper ese cerco de una crítica interesada, esto es, lo que llamo “letras al pedo” dejando liberando su escritura de ataduras circunstanciales, dejando que su surja su creatividad. La escritura es un acto de libertad o no es.


¿A quién le escribes cuando lo haces desde la ficción y la sátira?

Se ha dicho que todo texto estatuye un “lector modelo”. La verdad sea dicha, al escribir mi novela no tenía en mente ningún lector en particular, simplemente, deje fluir la pluma. Esto no significa que todo fue fruto del azar, pues, comenté algunos retazos de esta obra con amigos y profesores dedicados a las letras. Al examinar en retrospectiva la creación de esta obra, una tarea que duró varios años, advierto que hubo muchos pasajes de los que no fui consciente sino después de lecturas posteriores. El personaje de mi novela, guardando distancias y proporciones, quiere ser una suerte de Quijote, un Chicote, alguien fuera de contexto, fuera de época. Un fantasma del siglo XIX que deambula por las calles de una ciudad que le resulta ajena. Escribo para mis contemporáneos y para los que vienen, escribo también como una búsqueda en mí mismo. Mi escritura es, también, mi manera de mostrar el dolor, la confusión, la risa y las lágrimas de una época que me ha tocado vivir.


¿Qué identidad es la más que más te define? ¿Académico, ensayista o escritor?

Nunca he sentido una distinción entre mi vocación académica, mi calidad de ensayista y escritor. No sabría decir qué identidad me define más, pues soy todo eso y más. Más que géneros, el escritor habita su escritura, la cual puede tomar la forma de un poema, en ensayo o un cuento o novela, todo nace desde el fondo de nuestro ser. Ser académico es compartir un cierto saber adquirido con estudiantes y volver a ver en ellos nuestros primeros años de universidad. Me he formado en literatura, pero también en semiología y ciencias sociales. Esto me ha obligado a organizar mi pensamiento en innumerables “papers” y libros de ensayo, pero siempre ligado al mundo de las letras. Todavía recuerdo un texto titulado De la ciudad letrada a la ciudad virtual que publiqué en Santiago con Editorial LOM y que, de alguna manera, me otorgó la patente de “intelectual”. Hoy, después de algunos años, me doy cuenta que para ser escritor es bueno poseer una formación cultural amplia y rigurosa, esto nos proporciona más herramientas y hace más rica la escritura. Escribir es una vocación, un vicio, una pasión que es necesario cultivar. Escribir es una tarea que compromete una vida entera, la nuestra.


¿Cuál es el lugar de la literatura en el mundo digital? ¿Tiene más espacio o su existencia se ve en peligro?

En la actualidad, acudimos con mucha frecuencia a los llamados eBooks, libros en formato digital. Si bien se trata de textos emplazados en la virtualidad, hagamos notar que mantienen el formato, el diseño y los códigos de un libro analógico. En lo fundamental, encontramos una “serie visual lingüística”, palabras, y a veces una “serie visual no lingüística”, imágenes. Si se trata de una novela en formato eBook, constatamos que no ha alterado – en absoluto - su estructura narrativa. No olvidemos que no es esta la primera vez que se conmociona lo narrativo. Recordemos el paso del manuscrito a la imprenta o, el paso de las Les Belles Lettres a la literatura; sea por razones técnicas o por cambios sociales, lo narrativo ha mutado. No obstante, las estructuras narrativas, el contar historias, se mantiene, pues, lo literario no depende de los soportes sino que, se corresponde, en mi opinión, con el funcionamiento de nuestro cerebro. Hay un “saber narrativo” inmanente a lo humano. Me he enterado que ya existen experiencias hipermediales muy interesantes en “Ciberpoesía” y en “Twitteratura”. Pienso que en la hora actual vivimos un estado de hibridación entre un “saber narrativo” inmanente a lo humano y la emergencia de una “Artificial Intelligence”. Una era Antrobológica, en que el anthropos y los bots coexisten. La literatura es la manera humana de conocer, un modo que se ha de confrontar con las tecnologías digitales, para enriquecernos y no para sucumbir ante los algoritmos. Hay riesgos, sin duda, pero quiero creer que las redes digitales van a ampliar nuestras posibilidades creativas, nuestra literatura.


En tu experiencia en el mundo académico y universitario, ¿qué tienen en común los nuevos lectores? ¿Cómo estimularles intelectualmente? ¿Qué temas son los de su interés?

La juventud de nuestros días se encuentra embelesada por las nuevas tecnologías digitales que sostienen las redes sociotecnológicas. Se ha llegado, en casos extremos, a la ciberadicción, los llamados "hikikomoris". Las sociedad contemporánea - una sociedad global, por cierto – nace de la conjunción de una Sociedad de Consumo y una Sociedad de la Información. Este tipo inédito de configuración se sostiene un tardocapitalismo tardío que va de Shanhai a París, pasando por Santiago de Chile. Pues bien, esto ha conformado un “carácter social” llamado “narcisismo sociogenético” que percibimos como hedonismo de masas o consumismo, cuyo ethos es lo que llamados posmodernidad. Cuando me encuentro con los jóvenes universitarios, me doy cuenta que ellos habitan una atmosfera cultural (posmodernidad) cutos ejes son el hedonismo y el consumo, y que ese perfil es el que se multiplica al infinito en las llamadas redes sociales. Se trata de generaciones más amigas de la imagen y el audiovisual que de la lectura. Estudiantes a quienes les parece obvio “bajar un libro de la red” sin costo alguno. En fin, estudiantes que prefieren la película a la novela. Transitamos desde la grafósfera hacia lo multimedial. En un mundo así, hay una asimetría profunda entre las instituciones (polis) y la cultura y los valores predominantes (ethos posmoderno). En un mundo así, no es fácil estimular a los jóvenes estudiantes a leer o a interesarse por la literatura. La paradoja estriba en que cada filme de Netflix ha sido en algún momento una novela o un guion escrito, es decir, la estructura narrativa ha sido articulada desde la escritura. Los nuevos lectores deben ser estimulados desde lo multimedial. Hay una excelente producción española del Quijote, por ejemplo. Pienso que la televisión chilena y latinoamericana podría hacer mucho a este respecto; volver sobre los pasos de Borges, Cortázar o García Márquez, reconstruir el imaginario latinoamericano desde lo audiovisual o mejor, multimedial.


Si tuvieras que irte en un viaje a la luna, ¿Cuáles serían los cinco títulos de ficción que llevarías para leer o releer?

Si tuviera que irme a la luna llevaría conmigo algunos libros que, por razones diversas, me resultan queridos, a saber: El corazón de las tinieblas, por mostrarme que la cultura humana es apenas un barniz y que en el espíritu humano coexiste un ángel y una bestia. Lo hemos vivido en nuestro país y hoy lo vemos en distintas partes del mundo. La Peste, por enseñarme que frente al sufrimiento y la adversidad surge lo más genuino de lo humano, sea para cumplir con un pesado deber, sea para escapar y tratar de ser feliz. Martín Rivas, por llevarme a la ciudad de antaño que todavía habita en nosotros y que, sin saberlo, todavía habitamos. Es nuestra historia, una novela escrita sobre otra, sobre otra. Martín Rivas es parte de lo que somos. Rayuela, por haber sido una puerta hacia mi literatura, hacia París y, sobre todo hacia una amistad y una compañía de toda la vida. Don Quijote de la Mancha, por haber inaugurado este camino que hemos recorrido, camino de la lengua castellana, pero también un camino de humor, delirio y humanidad.

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