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Carlos Reyes, guionista de historietas: “el arte y la política son indisolubles”

Carlos Reyes es guionista de historietas, editor, comunicador audiovisual y docente. Es miembro fundador de www.ergocomics.cl, sitio web especializado en artículos y entrevistas sobre narrativa gráfica. Además, fue uno de los creadores del festival El Día de la Historieta y Viñetas del fin del mundo, evento que se transformó en un programa radial homónimo conducido por él. Fue coeditor de la revista internacional Historietas Latinoamericana Suda Mery K y ha colaborado con prólogos, ensayos, entrevistas e historietas en diversas publicaciones chilenas y extranjeras. Como guionista ha participado en: La ruta de los Arcanos (1997-2000); la serie de terror In Absentia Mortis (2012) e In Nomine Mortis (2013), título con el cual obtuvo la medalla Colibrí en la categoría Ficción Juvenil; Heredia Detective (2011) y Cómo vivir un terremoto (2011), Los años de Allende (2015), traducida en 7 idiomas, y Nosotros los Selk'nam (2020).

En esta oportunidad, nos cuenta sobre su vinculación con el cómic, la construcción de su imaginario y su labor en la investigación, pero también desentrañamos qué hay detrás de sus obras, los lazos que ha forjado en su carrera, y alguna que otra anécdota de lo que sucede en el camino.

¿Cómo te construyes como autor de cómic? ¿Tienes claridad de dónde emerge ese autor?

Creo que viene desde mi infancia, cuando mi papá trabajaba en Zig-Zag en los años 70 y me llevaba libros a la casa, porque antes que todo uno es lector y yo leía de todo sin ningún conocimiento canónico sino de manera sumamente impulsiva. Aunque siempre me incliné por los libros más extraños, sobre lo insólito. Y como mi padre trabajaba en esa editorial también me llevaba historietas de Zig-Zag: Dr. Mortis, Dimensión 0, Mizomba El Intocable, Jungla, etc., y también las que editaba Novaro que llegaban desde México. Con mucha seguridad también leí revistas que se publicaban antes que yo naciera, porque en ese tiempo las revistas se traspasaban generacionalmente. Las historias no eran desechables y uno leía cosas también más antiguas, incluyendo las revistas picarescas, como la Can Can y después todo lo que comenzó a publicar Quimantú. Pero creo que en el imaginario de uno también contribuyen otras artes, como el mismo cine.


¿Y qué cine en tu caso?

El cine de terror, el noir, el policial, el cine de ciencia ficción. Y no necesariamente estrenos, porque íbamos poco al cine. El cine era más caro en ese tiempo por lo que veía hartas películas que daban en televisión. Sucede que mi generación ve películas de los años 60, 50 y 40 en la tele, películas que contemporáneamente no nos pertenecían, como Tarzán, los westerns norteamericanos e italianos, las clásicas de terror de la Universal y la Hammer. En ese tiempo yo fagocité de todo eso mezclado, sin un canon, sin un orden. Creo que desde allí se comienza a construir mi imaginario. Pero llega un momento donde uno ya no solo lee los libros que a uno le llegan a la casa, después uno comienza a buscar libros o pide que le compren libros cuando es niño, así uno comienza a entender en qué dirección van sus intereses. Yo recuerdo haber pedido que me compraran Frankenstein o Veinte mil leguas de viaje submarino, por ejemplo.


¿Pero tuviste una inclinación o un favoritismo con el cómic?

O sea, yo desde niño dibujaba historietas. Imitaba a personajes conocidos, principalmente superhéroes que es lo que a todo niño le interesa. De hecho, recuerdo haber dibujado historietas de ciencia ficción mezclando animé japonés de la televisión y con alguna historieta española que llegaba acá. Desde esa mixtura creaba mis propios personajes siendo muy niño. Pero ya en la adolescencia, con los estudios en el liceo, llegaron otros intereses y dejo la historieta mucho tiempo, aunque siempre me mantuvo llamando la atención.


¿Pero seguiste narrando?

Sí, recuerdo que perpetré algunos cuentos muy malos siendo muy joven; creo que a los 15 o 16 años. Cuentos malos, muy muy malos, y muy influenciados por Julio Cortázar y Borges. Eran cuentos que eran ingenuos, de mala calidad y que afortunadamente perdí. Ja, ja, ja, ja.


¿Eran cómo esos plagios burdos que se hacen cuando se comienza a escribir?

No, simplemente eran malos. Eran historias donde siempre tenían un final sorprendente. Historias con un final donde todo se daba vuelta, se trastocaba todo, siempre con la idea de sorprender.

La ruta de los arcanos: El Mago. Ergocomics. Dibujos: Kampf. Guion: Carlos Reyes - Antonio Lobos

¿De ese tiempo qué producción recuerdas? ¿Hay alguna que haya tenido un carácter fundacional para ti?

Sí, la película El Planeta de los Simios. La película la vi en el cine y quedé impactado con la calidad de esa historia y hasta el día de hoy me parece una excelente historia político social que refleja muy bien el mundo de su época. Y si bien la película es del 60 yo la debí ver en el 77 o 78, en el Cinerama, frente a la Biblioteca Nacional, porque en ese entonces las películas llegaban atrasadas. Bueno, el asunto es que yo tenía como 15 años y llegan los grabadores de audio y yo empiezo a grabar desde la televisión las películas con doblaje al español. Aún no había VHS en ese tiempo, pero la gracia de mi grabación era que yo le agregaba narración cuando los personajes no hablaban. Yo contaba qué es lo que estaban haciendo los personajes, y con eso, más mi memoria, escribía una novela adaptada de la película. Hice varios escritos con los diálogos originales de los filmes. Todos los conservo con cariño en mis cuadernos.


O sea, hacías una especie de novelización del filme.

Claro, y podía hacer eso porque en ese tiempo las películas las convertían en una miniserie en la televisión por lo tanto todos los días daban un “capítulo” de media hora de la película, y el filme terminaba durando cuatro o cinco días. Ahí yo transcribía y tenía que hacerlo rápido porque tenía que ir borrando los casetes para volverlos a usar al otro día. Mi mamá se reía mucho que yo grabara y empezara a narrar, ‘entonces ahora él sube por una montaña, abre una puerta’. Creo que ahí fue mi primer acercamiento a lo que hago ahora y a un mundo que me gustaba mucho: la ciencia ficción, la literatura, el cómic, el radioteatro, el cine.


¿Y en qué momento el cómic comienza a concretarse para ti como algo que no solo era para apreciarlo sino también para hacerlo?

Eso fue cuando estudié en el Instituto ARCOS. Ahí conocí a Udo Jacobsen, gran mentor y amigo, que fue mi profesor de varias asignaturas. Él durante mis estudios empieza a prestarme historietas, mucha historieta europea. Él tenía ya en ese tempo una gran biblioteca, por lo que leí de una patada todas las cosas que me había perdido de leer antes ya sea por dinero o porque no tenía acceso a saber que existían. Pero simultáneamente pasó otra cosa. Debió ser en el año 89, 90 o comienzo de los 90. Recuerdo muy claramente ir caminando por calle Huérfanos y me topo con un kiosco donde venden La cosa del pantano de Alan Moore. Yo no sabía qué era, pero como me gustan los monstruos y me encantó la portada con ese monstruo vegetal, la compré de inmediato y quedé impactado cuando lo leí. Era esa historia donde un hombre con radiación va destruyendo todo a su paso sin notarlo. Era una historia con subtexto, muy bien escrita; eso no era como lo que había leído antes. Y a pesar de que no era el mejor episodio de la saga yo quedé totalmente impactado. Ese cómic me pegó muy fuerte y desde ahí empiezo a buscar todos los cómics de La cosa del pantano. Pero, además, en ese tiempo se instala en Santiago una comiquería que empieza a traer ordenadamente todas esas historietas y ahí me hago fan de Alan Moore, también conozco a Frank Miller, después conozco a Neil Gaiman y me pasa lo mismo con sus historias. Eso sí, para ese momento ya conocía a Cardi, Bilal y Moebius


Entonces ¿es en ese ambiente donde se comienza a armar un colectivo dedicado al cómic?

Sí, es a partir de esa generación en el Instituto ARCOS donde surge Ergocomics como un grupo colectivo de artistas en el que está Udo Jacobsen, Máximo Carvajal, Mariano Ramos, Gonzalo Martínez, Antonio Lobos, Martín Cáceres, Christiano y otros que se me olvidan. Allí todos leíamos historieta. Había gente que venía de la literatura, gente que venía de las matemáticas, gente que venía del cómic, gente que venía de la docencia. Nos juntábamos y todos disfrutábamos leyendo cómics y nos prestábamos revistas. Allí empezamos a publicar una historieta, La ruta de los Arcanos, en un concepto muy tributario de lo que estábamos leyendo en ese momento con Vertigo y lo que venía de Europa. Y al mismo tiempo hicimos un sitio web sobre historieta del mismo nombre dedicado a la investigación y al cómic en general. La ruta de los Arcanos se convierte en un trabajo súper interesante para nosotros porque nos permite hacer historietas cortas. Yo sentía en ese tiempo que había que empezar a manejar el lenguaje lentamente antes de lanzarse con una obra larga, así que hacemos como cuentos pequeños hechos historieta para comenzar a manejar el ritmo, el lenguaje, la diagramación, la unidad del relato, etc.

Heredia Detective. LOM ediciones. Dibujos: Gonzalo Martínez. Guion: Carlos Reyes G.

Pero también tienes una carrera periodística dedicada al cómic y que se ve reflejado en todo el lado de investigación de Ergocomic.

Sí, lo periodístico por mi parte comienza cuando estaba en el liceo. Yo le escribí una carta a la revista cultural La Bicicleta. En esa carta yo los critico un poco por una cosa que hicieron y ellos me responden y me piden que yo los vaya a ver. Allí me junto con Álvaro Godoy que hacía los cancioneros en ese tiempo y que ahora es un gran amigo. Él me dice quiero que trabajes conmigo en la revista. Ahí comencé haciendo la cartelera de cine y luego llega mi primera entrevista pagada, que fue a Los Prisioneros en el 86.


Oye, pero ¿y qué decía la carta que le enviaste La Bicicleta?

Era una carta juguetona, humorística, en que yo criticaba la publicación de los cancioneros románticos.


¿O sea era una carta solo para joderlos? Ja, ja, ja, ja.

Claro le escribí copiándole los estilos de la revista donde usaban un lenguaje muy florido pero gracioso y yo les imité ese estilo llevándolo al extremo. Ja, ja, ja, ja. Es una carta que se puede leer. No recuerdo en qué número está publicada. Yo la escribí sin ninguna pretensión. Pero bueno, desde ahí empiezo una carrera entre comillas de periodismo sin haber estudiado periodismo. Desde ahí paso a la revista La Cigarra que la hace el mismo Álvaro Godoy, y ahí conozco Francisco Conejera que me permite saltar a una revista que hace él: El Carrete. Esa era una revista de rock, de música, muy juvenil y ahí seguí hasta que se acabó. Entonces, paralelamente comencé con lo del cómic y con el sitio dedicado al cómic, al mismo tiempo.


¿Y qué entrevista has hecho que te marcó? Una que recuerdes siempre.

La que recuerdo con mucho cariño es una entrevista que le hice al guionista de cómic francés Pierre Christin. Christin era un tipo que yo admiré siempre, que leí en la época que conocí a Hugo Jacobsen. Yo lo entrevisto por ahí en el 2000 en el festival Viñetas con altura. Para mí fue como encontrarme con un héroe de la historieta, un guionista que yo admiraba profundamente y que sigo admirando. Ha hecho uno de mis libros favoritos que es Las falanges del orden negro, que es una excelente historia sociopolítica, porque toda su obra tiene ribetes políticos, y es lo que me interesa a mí también.

Cuando entrevisté a Christin yo sentí que había hecho algo significativo para mí. La entrevista la hicimos en Bolivia, en un país que no era el mío ni el de él. Recuerdo que en la entrevista él me habla de Allende. Ahí él me comenta cosas como que la única vez que ha llorado por la muerte de un presidente fue cuando se enteró de que Allende había muerto en La Moneda. Me dijo que ese día estaba en las montañas y se encontraba escribiendo una obra sobre una lucha obrera en clave de ciencia ficción, muy política. Y claro, piensa que él es de la generación de mayo del 68, compañero de colegio de Moebius; toda una generación que viene de la revuelta del 68 y que es la que produce un cambio en el mundo. Conocer a alguien así de esa talla y guionista, para mí fue impactante.


Tal vez aquello termina vinculándose con lo que después haces en Los años de Allende.

Sí, por supuesto. Muchas de las cosas que uno hace en el pasado, sin saberlo te van llevando a ciertos nodos, a ciertos momentos importantes de tu vida. Claro, para mí siempre estuvo ahí, el arte y la política para mí son indisolubles. Creo que siempre van de la mano.

¿Y en qué momento tomas conciencia de aquello, de que ambas cosas van de la mano?

No sé si hay un momento de conciencia. Yo creo que para mí esa conjunción siempre fue super clara. Nunca hubo un momento de luz que entrara a mi cabeza. Desde El planeta de los simios, que es una obra profundamente política, eso estaba ahí. Para mí no es un descubrimiento. Arte y política es una cosa que jamás ha estado separada.


Entonces tenías conciencia de cómo se emitía los contenidos de lo que se leía en plena dictadura.

Sí, por supuesto, no sé si hablar de una lucidez, pero sí tenía esa claridad. Tal vez haber leído tanta cosa te va ayudando un poco a formar una visión más crítica del mundo. Por lo mismo creo que en todo lo que he escrito siempre hay un discurso de fondo, nunca hay solo divertimento. Siempre son obras que quieren decir algo, a veces mejor o peor, con más experiencia o menos experiencia, pero siempre hay una idea que subyace.


¿Y cuándo empezaste a hacer tus cómics tenías claro lo que querías decir a nivel discursivo?

No, pero yo siento que estaba ese componente sobre el poder, el control. Yo creo que cuando uno escribe uno se mira hacia adentro y lo que está en uno en ese momento es lo que sale. Pero creo que son otros quienes tienen que hablar de eso, de lo que sale de uno, pero quiero creer que mi relato va por ahí: el poder, el control, la política. Y aquellos que dicen que su obra no es política deben tener claridad que eso ya es una posición política. En ese sentido no hablo de partidismo, hablo de entender el mundo de una manera. Eso es una visión política, sea anarquista, socialista, nazi, lo que quieras, pero siempre es una visión política el cómo entendemos el mundo.


Pero para implantar un discurso también se necesita técnica. ¿Qué fue lo que te ayudó para hacer eso en el cómic?

Creo que fue la lectura. Haber leído tanto hace que uno vaya asimilando el cómo se hace algo. Yo nunca he tomado talleres de guion ni de escritura, no me gustan mucho, me aburre estudiar esas cosas, prefiero leerlas. Pero siento que en Ergocomics, cuando hicimos esas pequeñas historietas o pequeños cuentos yo aprendí harto.


Fue una escuelita.

¡Claro! La otra segunda gran escuela que tuve es cuando hicimos con Miguel Ferrada y Felipe Benavides el retorno del Dr. Mortis, esa vieja historieta que a mí de niño me gustó y que después pude conocer a su autor, a su creador y también a los dibujantes. Poder escribir historias del Doctor Mortis fue para mí un momento maravilloso. Ahí escribimos muchas historias y también coordiné junto con este equipo a otros guionistas que escribían sobre Mortis. Creo que se fue otro aprendizaje, porque había que escribir mucho más durante mucho tiempo. Lo más importante con esos trabajos, creo, es que uno puede ver eso publicado, porque cuando uno escribe para uno no es lo mismo que cuando públicas; hay un clic, hay algo que pasa cuando otros lo leen. Uno debe sacar la obra de su propio sistema porque si no lo sacas no se produce ese crecimiento. Si no lo leen otros es como si uno dibujara para sí mismo, hiciera canciones para sí mismo, escribiera para sí mismo, pero cuando uno pública es para que lo lean otros. Y bueno, Heredia Detective también fue una escuela. Ahí escribí la mayoría de las adaptaciones de los cuentos de Ramón Díaz Eterovic en cómic, excepto dos. También hay varios proyectos fallidos que nunca se hicieron, pero cuyo guion estaban a medio camino. Entonces cuando llego a hacer Los años de Allende y Nosotros los Selknam ya tengo en el cuerpo ese pequeño aprendizaje, y ahí yo siento que de verdad con esos libros y sobre todo con Nosotros los Selknam ya estoy como entendiendo recién un poco cómo funcionan estos mecanismos escriturales.

En tu obra, tanto en Heredia Detective, tus cómics de Mortis, Nosotros los Selknam y en Los años de Allende, uno puede ver que la ciudad está muy presente, casi como que fuera un personaje más. ¿Qué rol cumple para ti ese espacio?

Sucede que yo soy de la idea que uno tiene que habitar ficcionalmente el espacio que habita en la realidad. Yo vivo acá, en Santiago, no vivo en otro país y cuando uno crea otros países falsos, mentirosos, siempre para mí son Santiago. Una vez, un psiquiatra me decía que cuando uno habla de una familia, siempre es tu familia, siempre hay algo ahí. Uno no puede salir de sus constructos mentales. Lo mismo que cuando uno habla de amor, uno habla de sus experiencias de amor. Para mí, cuando yo hago incluso una ficción que no es en Santiago, sucede que en mi mente siempre está en las calles de Santiago, aunque no las menciono, pero las describo como las calles que yo conozco.


También en tus obras, a medida que va avanzando, se observa una complejización en los guiones: de historias más lineales a distintos usos de narradores y hasta meta narración. ¿Eso es una búsqueda intencional o solo se ha dado?

No sé si el público siempre detecta esas variaciones que uno tiene. Yo una vez hablando con Álvaro Bisama me decía que sus libros siempre eran diferentes y uno los lee y los halla parecidos, pero el autor siempre sabe que está haciendo algo nuevo. Y pasa que también uno quisiera siempre ir cambiando, evolucionando, uno intenta hacer eso. No sé si se nota, pero yo creo que en esos pequeños cuentos en La ruta de los Arcanos o Mortis fui experimentando cosas que después llevé a otros ámbitos más grandes como la novela gráfica. En ese sentido yo siento que es un avance respecto de Los años de Allende. Lo noto claramente, aunque no sé si el público lo nota. Puede decir que es otro cómic documental pero no es lo mismo. De hecho, uno puede enfatizar, por ejemplo, en que la historia sea entretenida, no la forma, no la estructura, pero sí la historia. Siento que uno siempre escribe el mismo libro. Siempre está hablando de los mismos temas. Uno no puede escapar de su molde mental por más que quiere hacer otra cosa inevitable. Todos escribimos siempre de algo, siempre hay un gran tema que nos apasiona, que a veces lo descubre con el tiempo o lo descubren otras personas y uno cree que está haciendo cosas distintas, pero finalmente alguien te hace ver que tú siempre has hablado de este tema. Pero sí quiero creer que uno se va desafiando publicación a publicación, y hace cosas distintas, aunque sean mínimas. O la forma de trabajo cambia, aunque el resultado se parezca, pero la forma de llegar a ese resultado siempre contiene un cambio.


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