Un fragmento del libro epistolar “De profundis”, de Oscar Wilde, nos acerca al ánimo de “El señor de las mentiras & otros relatos”, primer libro del escritor Javier Ignacio Lux.
En arte, la verdad consiste en la correspondencia que un objeto mantiene consigo mismo; en que lo externo es expresión de lo interno, el alma en carne, y en que al cuerpo anima el soplo del espíritu; por eso no hay verdad comparable a la del dolor. Por momentos, el dolor me parece ser la única verdad y las demás fantasías visuales o de la voluntad. El universo está hecho con dolor, y sin dolor no puede ocurrir ni el nacimiento de un niño ni el de una estrella.
El dolor es una de las temáticas abordadas a través de “El señor de las mentiras & otros relatos”, pero de una manera que no es ajena, pues todas y todos lo hemos apreciado o experimentado. El dolor o la violencia se expresa de una manera “cinética” o “cinematográfica” en los 12 relatos que componen el libro, y si no creo que sea azaroso llegar a convertirse en escritor, tampoco creo que sea azarosa la relación que mantiene Javier con el cine, y que se expresa en sus textos. Las impresiones que nos deja, el ruido y una que otra sensación familiar al momento de escuchar o leer textos están cargados de una sinceridad cinematográfica.
En el relato que le da nombre al libro se describe la siguiente escena:
El bosque se abrió ante su presencia: observó a todos esos cientos de árboles que bailaban al unísono como siguiendo el compás del viento. Le pareció milagroso, tanto así que, por un segundo, quiso llorar; pero las lágrimas no cayeron, pues sus ojos estaban tan cerrados como el puño de un niño enfadado consigo mismo. No tardó en dejar atrás el bosque y todas las maravillas que había en él [...] Las hojas fueron, paulatinamente, transformándose en piedrecillas, y los árboles, ya lejanos y desconocidos, dieron paso a un panorama (por llamarlo de alguna manera) le pareció gris e impávido. Se preguntó si acaso la gente lo veía de la misma forma; pero, al no hallar respuesta alguna lo olvidó. O se obligó a hacerlo.
Esta característica cinética moviliza los motivos, las relaciones y los argumentos, de manera que el ánimo de los relatos, cargados de rabia, belleza, crueldad y timidez inunden al texto, lo agita y nos agita, nos mueve junto a él. “Mover un relato”, hacer sentir a los y las lectoras que no están solo frente a un conjunto de acciones y palabras, metáforas o imágenes, si no que frente a una corriente, a un flujo; lo cual no es menor, creo desde hace un tiempo que es necesario cinematizar la literatura. No quiero que se confunda con adaptar la literatura al cine, sino que servirse del alma del cine, del teatro al momento de escribir literatura. Movilizar los motivos, las relaciones y argumentos que construyen la ficción y sacarla del espacio estático, pulido o demasiado invariable, seco por decirlo de alguna manera. Por eso hablo de la inundación en “El señor de las mentiras & otros relatos”, porque la “acción” vamos a decir no siempre se encuentra fuera, muchas veces se encuentra en las relaciones de familia, de amistad y las tensiones que rodean este conjunto de vínculos.
Este libro tiene como parte fundamental esta característica cinética o cinematográfica que es permitida por la tensión o más bien el desequilibrio que viene en camino, y que al menos en mi caso, se me hace profundamente familiar. No creo que sea menor el hecho de que el libro podría ser de interés para maniacos, maniacas, o fumadoras compulsivas, tal como señala el autor. Ese es mi caso, o ha sido mi caso. En el cuento…hablar de los cuentos. Está escrito para quienes saben que la realidad es perturbadora, y si bien son ficción, transmiten también que la manera en que se narran las historias no están tan lejos de al menos, una ficción demasiado verosímil.
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