Francisco Ortega (Victoria, 1974) es autor de la serie de novelas La trilogía de los césares (2006-2017); también de Salisbury (2011), El cáliz secreto (2019) y Próximos días (2021) y de las sagas infantiles Max Urdemales (2015-2020) y Leyendas chilenas para niños y niñas (2022, junto a Gonzalo Martínez). Ha firmado las novelas gráficas 1899 y 1959 (2011-2018, junto a Nelson Daniel), Mocha Dick y Alex Nemo (2012-2018, junto a Gonzalo Martínez) y Los fantasmas de Pinochet (2021 junto a Félix Vega). Escribió además los libros de no ficción Dioses chilenos (2018), Alienígenas chilenos (2020), Chile bizarro (2022) y en coautoría con Juan Andrés Salfate la serie Los nuevos brujos, Alienígenas chilenos y Enigmas y misterios (2020-2023). Ha ganado en dos oportunidades (2013 y 2022) el premio del Consejo del Libro del Ministerio de Cultura a mejores obras publicadas. Como guionista es cocreador de la serie de ciencia ficción El refugio (2022) de Fábula/Lionsgate, además de proyectos actualmente en desarrollo para HBO y Apple. Desde hace cinco años conduce y realiza el podcast La ruta secreta para la plataforma Emisor Podcasting. Su última obra de ficción es la novela de ciencia ficción Bahamut, publicada en marzo de 2023 a través del sello Minotauro, misma casa en la que publicará la novela gráfica Monstruos y dioses del fin del mundo en julio de este año, con arte de Félix Vega. Existe en todas las redes sociales como @efeortega.
En esta oportunidad hablamos sobre lo que ha definido su carrera como escritor, el cómo ve y trata los géneros narrativos, y la misma labor de narrar. También indagamos en sus influencias, en las obras que para él han sido fundacionales y han marcado su trabajo en la escritura. Por otro lado, abordamos sus obsesiones con la localía, su ímpetu de encantar el mundo, y además reflexionamos sobre algunas figuras tutelares de la literatura nacional de las cuales ha recogido su obra e imaginario. En ese marco, le consultamos sobre la nueva tendencia del Gótico Andino, la movida del cómic en Chile, y cómo y por qué leen los lectores actuales. Al cerrar, nos entrega su visión de la inteligencia artificial en la narrativa, y además, nos da algunas recomendaciones literarias.
¿Cómo te defines como escritor?
Es súper buena pregunta porque es complicada. Yo creo que de partida soy novelista, es el género que a mí me acomoda. Escribo muy pocos cuentos, incluso cuando escribo No Ficción me embarco en los libros con estructura de novela, es decir, con un arco narrativo grande. Y si pudieras concentrarme en un estilo, entendiendo que he hecho thriller, que he hecho ciencia ficción, que he hecho terror, creo que lo que hago es aventura. Es un género y como que nadie usa la palabra aventura. Es una palabra súper cómoda porque aventura te sirve para todo: aventura en thriller, aventura en conspiraciones, aventura en ciencia ficción, aventura en terror, aventura en historieta, aventura en narrativa juvenil e infantojuvenil, incluso aventura en No Ficción. Es una palabra antigua, de hecho antes existían estas colecciones de “Grandes maestros” en libros de aventura donde metían desde La Isla del Tesoro, Moby Dick hasta Los Tres Mosqueteros, que son obras donde la aventura tiene la idea del viaje, pero que en su época quizás no fueron definidas como aventura.
Es interesante esto de la aventura en No Ficción, sobre todo en el tema periodístico donde se enseña a tener una cierta distancia, pero para ti esencialmente se tiene que narrar como aventura.
Sí, supongo que tiene que ver con mi formación periodística, más que la que tuve en la Universidad Católica, fue la que tuve en Temuco. Los dos años que yo estuve en la Universidad de la Frontera se estudiaba mucho Tom Wolfe, mucho nuevo periodismo, entonces era una cosa como narrativa de encontrar una historia y contarla como si fuera un viaje, una misión, una búsqueda, y eso es la aventura: buscar algo, entonces yo creo que por ahí va, porque en mis libros de No Ficción, creo que el más importante que tengo es Dioses Chilenos, allí es básicamente un libro sobre la búsqueda de la identidad chilena a través de sus mitos, pero en el lado real del mito, es decir gente que ha buscado La Ciudad de los Césares, gente que ha buscado El Caleuche, gente que ha buscado los dioses del sur.
Recuerdo que cuando leí ese libro me llamó harto la atención que había harto de tú como protagonista.
Sí, que es algo que repetí después en Alienígenas chilenos. Allí quizás la primera persona incluso está más que en Dioses chilenos. Me acomoda la primera persona, y es curioso porque la primera persona se tiende a usar más en la ficción literaria más que en otro tipo de narrativa, de hecho a mí me pasó una cosa muy rara, porque es algo que yo nunca había observado, no me había dado cuenta y acá en Chile ningún crítico ni nadie lo dijo o nadie se dio cuenta, pero ocurre que cuando fui a presentar El cáliz secreto a Colombia, me entrevistó un crítico colombiano que había leído Logia y había leído todas las sagas. Entonces me decía que a él le llamaba la atención que yo hubiera escogido para ficción comercial, porque evidentemente son libros de ficción comercial, estructura de ficción literaria porque estaban contados en primera persona, es decir, el personaje era más importante que la historia o tan importante como la historia, que es algo que no se usa en la ficción comercial, porque en la ficción comercial la historia es más importante que el personaje. Siempre es más importante lo que va a pasar que la evolución del personaje como tal y, en ese sentido, él creía que las cuatro novelas de la saga de los Césares o de Logia eran novelas tramposas pero en el buen sentido de la palabra, porque son novelas de ficción literaria, pero que cuentan historias de ficción comercial. Fíjate que yo nunca me había dado cuenta, y acá creo que nadie, ninguna reseña o crítica, buenas y malas que tuve, se dio cuenta de ese detalle. Es loco como te leen desde afuera.
En tu narrativa, tanto en cómic como en novela, se sienten que hay unas ganas de encantar la vida, de volver mágico el propio entorno: la ciudad de Santiago, Chile, Latinoamérica, y todo esto tiene que ver con la aventura ¿no?
Sí, exactamente: de tomar el país, de tomar la ciudad y convertirla en un tablero de juegos, básicamente. “¿Por qué no hacer un thriller en Santiago?”: hagámoslo en Santiago. Por qué no hacer un thriller en Concepción o en Coyhaique, incluso, en el caso de Andinia. Coyhaique es una ciudad que tiene 30 mil habitantes. “¿Qué se podría hacer en Coyhaique?”, podría alguien decir, pero se puede hacer porque hay una ciudad que se puede habitar la geografía desde la historia, desde la historia y la narrativa, no desde la historia histórica.
Eso de dialogar con el entorno ahora está muy presente en toda esta tendencia latinoamericana llamada el Gótico Andino, esto que busca dialogar con los terrores locales, del sur del mundo y de la historia del continente. ¿Qué piensas sobre esta movida?
Yo veo el Gótico Andino como una movida que es una respuesta del siglo XXI al realismo mágico, en el sentido de que el realismo mágico lo que hizo fue reemplazar el fantástico latinoamericano por un concepto inventado, en este caso por una agencia literaria. En el caso del gótico andino también ocurre lo mismo y, si hay una cosa que caracteriza al realismo mágico es que fue 100% de hombres, siempre fue acusado de machista. Y por otro lado, el Gótico Andino son solo mujeres y de hecho consideran muy poco a los hombres que hacen terror o un género parecido porque la maquinaria comercial que hay detrás de todo, de la industria editorial, decidió que el Gótico Andino era un fenómeno femenino.
¿Qué sientes con eso? Porque igual eso de usar la localía y los mitos nacionales es algo que lo llevas trabajando hace tiempo.
A mí estas movidas comerciales, estas nomenclaturas que pone cierta crítica o cierta agenda literaria, me da lo mismo. Creo que lo importante es contar buenas historias y si hay visibilidad para un tipo de autora que está haciendo un tipo de novela que coincide precisamente con lo que hago yo o con lo que hacen otros autores, no sirve a todos, porque finalmente se está demostrando que en el continente y en nuestra lenguas se está escribiendo, no sé si distinto, pero más alejado de esa hegemonía del realismo. Te diría que entre los 80 y 90 hubo un montón de autores, no solo los chilenos, que renegaron un poco de ese sentido mágico del continente, quizás como una manera de revelarse contra el realismo mágico. De hecho hubo un libro, McOndo, que escribió Alberto Fuguet, que tenían que ver con un poco con eso. Y siento que en el último tiempo ha ocurrido una mezcla porque si bien hay una narrativa realista, esa narrativa realista comenzó a abrirse hacia la herencia más folclórica que mágica, más oscura que mágica, y eso quizás es lo más interesante. Ya no se trata de una Latinoamérica donde vive gente, personajes curiosos como en Cien años de soledad, sino en una Latinoamérica donde hay un lado oscuro y malvado muy potente. No es costumbrista, como que se salió de ese costumbrismo, y siento que el Gótico Andino está más cerca de Stephen King y de Lovecraft que de García Márquez. Es una mezcla entre Lovecraft, García Márquez y José Donoso, que es bien interesante eso.
¿En qué sentido con José Donoso?
Por el uso de la casa, de la casa y la idea de que la oscuridad y lo villano y lo malvado y lo pérfido está en el lugar que supuestamente nos tiene que proteger, que es la familia y la casa. Eso es muy donosiano, y que es lo que marca la diferencia de Donoso con sus compañeros de generación. Donoso es parte del boom, pero no es parte del realismo mágico como muchos otros, curiosamente, siendo quizás el actor más de magia oscura, sin serlo, de todo este movimiento.
Además del Gótico Andino, y en Chile particularmente, hace rato vive un fenómeno con el cómic. Hay publicaciones desde editoriales pequeñas hasta las multinacionales, y tu también has estado en esa movida. ¿Cómo ves esta relación de Chile con el cómic?
Chile es un país que tiene una relación histórica con el cómic, es uno de los primeros países donde se hizo historieta en América Latina. Hay algunos autores que sostienen que el cómic chileno lo inventa José Miguel Carrera, porque efectivamente hacía caricaturas de sus opositores políticos. Eso ya es un tremendo antecedente, pero ya el antecedente concreto que es Von Pilsener, que aparece a finales del siglo XIX, casi dos años después de Yellow Kid, que es el primer personaje canónico del cómic mundial. Y en los años 40 y 30 este país fue una potencia hispanoamericana del cómic. La editorial Zig-Zag publicaba una cantidad de títulos semanales que eran superiores a los que publicaban Marvel o DC en la época. Y esos cómics hechos por artistas locales comienzan a conquistar un montón de lugares del continente, sobre todo Centroamérica. Hasta hace unos pocos años la palabra Peneca era usada en El Salvador y en Honduras y en Costa Rica como sinónimo de cómic, como que “el Peneca de Batman”, “el Peneca de Superman”. ¿Por qué? Porque el Peneca fue la primera revista de historietas que llegó a Centroamérica y fue una revista chilena. Hay que recordar que en la década de los 60 acá se tenían licencias de personajes como James Bond, como Disney, que se hacían acá con dibujos y guiones chilenos. Por eso los cómics chilenos de James Bond, por ejemplo, o de 007, son súper bien valorados por los coleccionistas de merchandising de 007 en el mundo. Pero más allá de eso, después de los 60 tienes la revista Mampato, que es un tremendo hito editorial, y su competencia en Quimantú, que es la Cabrochico, que también es un tremendo hito editorial. Bueno, desaparece la Cabrochico el 74 por razones más o menos obvias, y se mantiene Mampato hasta el 78, luego hay como un periodo de oscuridad, de que desaparece el cómic chileno, pero a finales de los 80 y principios de los 90 aparece el cómic independiente chileno o el cómic indie, que termina siendo una expresión contracultural súper importante, y yo te diría que junto con el rock de bandas como Los Prisioneros, fue la expresión contracultural más importante contra la dictadura de Pinochet, mucho más que el cine, mucho más que la televisión, y de la cual se habla casi nada. O sea, revistas como Beso Negro, como Ácido, como la Trauko, hicieron desde la trinchera una batalla cultural contra el fascismo de Pinochet súper relevante, que yo solo lo veo en la música, lo veo en Los Prisioneros, en ese tipo de bandas, no lo veo en otras expresiones narrativas. Por eso no es casual que después de un año 2000 en el cómic bastante errático comenzara a haber una expresión de cómic chileno tanto en editoriales multinacionales como independientes muy potentes a partir del año 2010. El hecho de que grupos editoriales como Penguin Random House o como Planeta publiquen autores locales es una cuestión inédita en el continente y lo usan como ejemplo. De hecho, por ejemplo, Planeta Comic, que es la división de cómic de Planeta y que tiene los derechos de marcas como Star Wars, como Dragon Ball Z, como un montón de mangas, tiene los derechos de la editorial Image Comic, solo publica material local en España y en Chile. En Colombia también han hecho algo, pero son adaptaciones de novelas, de novelas de los colombianos, pero material local original y que además le va bien, publican solo en España y Chile, y eso les llama mucho la atención en Argentina porque Argentina es un país que también tiene una rica tradición historietística, pero está dormida o, la atención está en autoediciones, ediciones independientes, no en las grandes editoriales, y en México pasó lo mismo. Yo me acuerdo que el año 2012 nos invitaron a la feria de Guadalajara a hablar de Mocha Dick con Gonzalo Martínez y también invitaron a Gabriel Rodríguez a hablar de su experiencia, y los autores mexicanos no podían creerlo, no podían creer que una novela gráfica como Mocha Dick hubiese sido publicada en Planeta, o Road Story de Gonzalo Martínez y Alberto Fuguet hubiese sido publicada en ese tiempo en Alfaguara, era como muy, muy heavy para ellos.
Bueno, siento que tu literatura también es muy “mampatesca” de cierto modo, por el mismo tema de la aventura.
Sí, muy Mampato. O sea, Mocha Dick es una obra muy Mampato, Alex Nemo es una historia muy Mampato, Max Urdemales es un personaje infantil y es muy Mampato, pero también las novelas como Logia, todas esas sagas, es como un Mampato adulto, el personaje de Elias Miele, es la inspiración, efectivamente.
En esta línea, ¿cuáles son como tus influencias literarias?
Tengo un montón pero Themo Lobos por lejos es una de las más importantes. Si a mí me preguntaran quién me hubiera gustado ser, me gustaría haber sido Themo Lobos. Encuentro que Themo Lobos es un artista integral que en Chile no ha sido del todo valorado. Es un tremendo narrador, es un tremendo dibujante, es un tremendo contador de historias y debería estar en la lista de los diez escritores más importantes de Chile del siglo XX. Probablemente esté alguna vez, pero ahora como que todos le da cosa, pero para mí Themo Lobos debería estar junto a José Donoso, María Luisa Bombal, junto a Carlos Droguett (que ahora ha habido todo un rescate de Carlos Droguett, obviamente gracias al libro de Álvaro Bisama). Entonces hay que meterlo ahí, entre los diez más importantes, junto a Roberto Bolaño, también. Bolaño es clave para mí; Roberto Bolaño fue una gran influencia, sobre todo en la manera de abordar la novela como una cosa grande, tremenda. O sea, probablemente no tiene nada que ver con los temas de Bolaño, pero mi última novela, Bahamut, es una novela de ciencia ficción y la base de esta novela fue 2666. O sea, yo tomé la estructura de 2666 y su manera de narrar y la puse al servicio de una historia de ciencia ficción. Evidentemente hay otros autores que también recojo, como Stephen King; no me voy a hacer el huevón con Stephen King, todo lo contrario. También está Julio Verne, Charles Dickens, que alguna vez leí mucho, pero más que autores, yo creo que tengo novelas que son fundacionales. Drácula, por ejemplo, también es una novela clave, Moby Dick, La Isla Misteriosa de Julio Verne, que creo que es su mejor novela; David Copperfield, Anna Karenina, El Conde de Montecristo: El Conde de Montecristo es una gran historia de venganza, Hijo del Ladrón, Frontera de Luis Durand, El Señor de los Anillos, también, son novelas claves en mi influencia.
Ahora que mencionas a Bolaño, siento que también es un personaje que hay que redescubrir mucho, porque también fue bien pop.
¡Súper pop! O sea Bolaño tenía fijaciones con la literatura, con el bestseller, con la ciencia ficción, con el terror, con la televisión, con la novela negra. Yo creo que por eso sorprendió tanto Bolaño cuando apareció sobre todo con Los detectives salvajes, que yo creo que es una novela muy fundacional. Los detectives salvajes es una novela educadora y fundacional al estilo de Rayuela de Julio Cortázar, pero desde otra perspectiva. ¿Por qué te digo que sorprendió Los detectives salvajes? Porque lo que hace Bolaño en Los detectives salvajes es escribir una novela muy literaria, una novela sobre la literatura, sobre la poesía, pero con una estructura de aventura, de búsqueda, de odisea, de ir de un lugar a otro y que está contada como si fuera una novela policial. Creo 2666 es derechamente un thriller policial, como creo que Los héroes de la noche es una novela de terror bucólico. Como que nadie se atreve a decir que Alsino es una novela de fantasía, ¿te fijas? Hay algo con los géneros, sobre todo con los géneros más comerciales, que provoca cierta distancia en cierta academia y cierta crítica chilena, aunque siento que igual ya se está diluyendo, como que hay que empezar a aceptar que, “oye, ¿sabes qué? Mío Cid Campeador de Huidobro es un remake del Cantar del Mío Cid hecho como si fuera un weird fantástico”.
¿Cómo planificas tus novelas? ¿Piensas en adaptaciones al cine o en otros posibles formatos?
No, no, no. Mucha gente, muchos lectores me dicen, “oye, cuando leo tus novelas me imagino una serie o una película”, pero todo lo contrario, quizás pasa porque yo tengo una educación audiovisual porque veo mucho cine, pero yo no aplico la estructura cinematográfica a mis novelas, por mucho que sean visuales. Por eso son tan difíciles de adaptar, porque han habido intentos de adaptar. Por ejemplo, si tu tomas una novela ultra comercial de las que he escrito, como Logia, los lectores la leen y dicen, “oye, me imaginé estar ahí. ¿Es una serie de Netflix?”, no, no es una serie de Netflix, porque de hecho no tiene una estructura dividida en actos que permitiría adaptarla, sino que tiene una sola historia que quizás está dividida en cuatro actos, en tres actos, en cuatro; cuatro segmentos narrativos. Eso no te permite adaptarla a una serie de televisión porque cuatro actos es un capítulo. Y también hay que inventar más historia, adaptarlas, básicamente. Además, se trató de adaptar, la compró alguna vez Fox, que ya no existe, le metieron mano porque de otra manera no se podía hacer. Yo pienso en el libro como una unidad, como una historia. Tengo claro como empieza y tengo más o menos claro cómo termina. Sé hacia dónde va a llegar, no sé cómo va a terminar. Lo que hago es que me armo un mapa, un mapa de la trama principal y de las tramas secundarias, de los hechos más importantes y de algunas historias. Bueno, los personajes los pienso antes y las cosas claves de la novela, pero nada más que eso. También la voy escribiendo en orden, porque hay autores que, por ejemplo, ya saben lo que va a pasar en el capítulo 10 y escriben el capítulo 10. Yo no puedo, tengo que ir desde el 1, 2, 3. De repente se me ocurre “tengo que meter otra cosa entre medio” y ahí meto otro capítulo, pero siempre voy en orden: 1, 2, 3, 4, 5, 6, hasta el final.
Pero puede pasar por una cuestión que también está esa inspiración inversa que viene del cine. A veces pasa que uno escribe como “colocando la cámara”.
Sí, y a veces cuesta eso. Me ha pasado a mí que escribo capítulos y cuando los releo me digo “pero esto tiene una escena inicial y tiene diálogo”, y lo reescribo para moverme, para manejar un punto de vista que sea solo literario y que no pueda ser trasladado a otro medio; algo que va cambiando de eje, que va entrando en el personaje, algo que no puedes hacer en el cine. Antes eso se hacía con la voz en off, pero ya no se hace. Eso implica, de repente, transformar capítulos que tienen mucho diálogo en capítulos que el diálogo está presentado como acción, como mostrar algo más que decirlo. Otras veces, a mí me gusta dialogar, porque encuentro que en el diálogo aparece la voz del personaje que es distinta a la voz del narrador.
Te hago la misma pregunta que le hizo George R.R. Martin a Stephen King. ¿Cómo escribes tanto?
Hay algo de trampa porque yo estuve harto tiempo sin publicar. Entre mis dos primeras novelas, que son del 94 al 97, salió una novela recién en 2006, sin embargo, nunca estuve sin escribir. Después del 2006 al 2010 también estuve un periodo en que estuve sin publicar. Ya desde 2013, cuando aparece el Logia, comienzo a publicar prácticamente todos los años. Entonces, lo que tengo son muchas novelas inconclusas y novelas que quedaron en el camino y que a veces retomo: las tomo, las actualizo con las obsesiones actuales y a partir de eso crecen novelas nuevas. Lo otro es que antes yo escribía a medio tiempo, tenía una pega como editor y como periodista, y tenía un montón de tiempo. En el año 2013, con Mocha Dick y con Logia dije “voy a tratar de convertirme en un escritor profesional” y el escritor profesional según el modelo gringo, o del primer mundo, tiene que ponerse metas; tiene que escribir un libro al año, en el fondo, para mantener la atención con el lector. Y a mí me sale, me sale escribir libros largos, a mí me cuesta escribir libros cortos, me cuesta escribir cuentos. Soy de la historia larga y de disciplina. Escribo toda la mañana desde las 9 AM hasta las 15 de la tarde aunque no tenga ganas, me obligo. Como tengo la esquema de la novela completa y tengo partes escritas, después corregiré si es que no tengo la musa inspiradora, pero para mí es un trabajo. Tengo suerte de poder dedicarme y trabajar de lo que me gusta, claro, me demoré mucho tiempo en lograrlo, pero la cantidad de libros que tengo me permiten tener un colchón y vendo relativamente bien, no tanto como antes. Creo que los temas de interés del lector han cambiado mucho, o sea, la novela histórica antes vendía, el libro de ensayos históricos antes también vendía mucho. Hoy día la tensión del lector chileno está en otro lado. Ya no logro las cifras que logré en su época con Logia, con El verbo kaifman, con Dioses chilenos, pero no importa porque como tengo hartos libros me arman un colchón de derechos de autor y, como no gasto tanto me permiten vivir tranquilo. No tengo una gran casa, no tengo auto, no tengo hijos, y me puedo permitir dedicarme a esto.
Estás por cumplir 50 años, la edad en que murió Bolaño, y en ese último tiempo, lo que hizo este autor fue escribir con urgencia y publicó 2666. Hagamos un ejercicio trágico. ¿Qué pasaría si te ocurriera lo mismo?
Creo que si me detectaran una enfermedad terminal y me dijeran que tengo tres años de vida, yo en lugar de volarme loco me encerraría a terminar todo lo que tengo pendiente. Escribiría, escribiría, escribiría, escribiría, en el fondo para evadir esa realidad terrible y para poder terminar algo de lo que yo quiero. Quizás también dejaría un montón de historias incompletas, como en el aire. Yo ahora, por ejemplo, estoy empezando una novela policial, derechamente policial. Es protagonizada por una mujer policía que tiene un asesor antropólogo. Es una novela que está ambientada la mitad en México y la otra mitad en Chile, y tiene que ver con crímenes rituales vinculados con dioses mesoamericanos…
¿Folk horror?
No, no tan folk horror. Con un poco folk horror, sobre todo la parte que termina en Chile. No sé si va a ser una sola novela larga grande o van a ser dos o tres novelas o va a ser una trilogía. Está planeada como un solo arco. Quizás va a ser tan larga que la voy a dividir en tres y se convierte en trilogía, realmente una trilogía.
¿En qué sentido realmente una trilogía?
Por ejemplo en la Trilogía de los Césares, lo que tengo son novelas independientes que arman un arco. Esto sería una novela cuya primera parte queda abierta y continúa directamente en la segunda y después directamente en la tercera. Pero con este proyecto todavía no sé, depende si me está saliendo más larga de lo planeado. Yo había armado el cuerpo completo y, lo que yo pensaba que iban a ser las primeras 30 páginas, resulta que están siendo las primeras 120 páginas. También estoy en un libro con Félix Vega con todo lo que quedó pendiente de Los Fantasmas de Pinochet. Hay mucho guion que no se usó; quizás hacer algo, contar eso que quedó pendiente. También con Félix este año saco un libro, ahora en junio; es un libro que me ha gustado mucho, un libro gráfico, no es un cómic, pero yo te diría que sí es una novela gráfica porque es una novela con dibujo grande que tiene que ver con los monstruos de la mitología, de la literatura chilena. Es un libro donde tiene que ver el Imbunche, donde tiene que ver La Calchona, pero también los monstruos de los libros de José Donoso, también Patas de perro, también Alsino y también El hombre de la rosa de Manuel Rojas y el Doctor Mortis, donde dialoga El gigante de hielo de Edgar Allan Poe con el gigante de hielo de Miguel Serrano, entonces es un libro grande que va a salir publicado por Minotauro o por Planeta Comic.
¿Qué te parece el panorama actual en Chile con este boom de literatura de imaginación?
Siento que hay un bom sobre todo dentro de la editorial independiente, que empezaron a abrir la puerta a un montón de autores jóvenes que están volcándose al fantástico, pero al fantástico con identidad. Si tú vas a la Primavera del libro, por ejemplo, o a la Furia del libro, ves que todos los libros que se publican Chile son hartos, pero de 10 libros que se publican en Chile yo creo que 8 son de género fantástico en todos sus subgéneros: ciencia ficción, fantasía, horror, fantasía épica. A mí eso me parece súper significativo. Me parece que es una suerte de reclamo de los autores y lectores, porque son autores y lectores que se formaron con una narrativa chilena que estuvo quizás demasiado tiempo anclada en el realismo, y en un realismo que no importaba mucho, porque no sé si una novela realista protagonizada por un escritor de Ñuñoa que cuenta lo que le pasa a un escritor de Ñuñoa le interesa tanto a un a un lector de 13 años que viene educado por lo que leyó en los mangas, lo que ve en televisión, lo que juega en los videojuegos. Creo que hay una interesante búsqueda de autores jóvenes, como tu generación, hacia un lector que tiene que ver con los temas que le importan. Ahora lo que yo que siento es que si bien en Chile se lee harta literatura fantástica y se compra harta literatura fantástica, lo que hay son lectores: “lectores de Sanderson”, “lectores de Stephen King”, “lectores de Mariana Enriquez”, hay “lectores de George R.R. Martin”, hay “lectores de”, pero esos lectores, por alguna razón, les cuesta pasar al autor chileno. Hay como un prejuicio de leer terror, fantasía, ciencia ficción chilena. Te puedo hablar de mi ejemplo: Bahamut es una novela de ciencia ficción, una space opera. Se vendió bien, pero se vendió bien porque la compraron lectores que ya venían conmigo desde otros libros.
O sea tu grupo de lectores fieles la compraron…
Mis lectores la compraron, exactamente. No sé si el lector de Sanderson o el lector de Asimov o de Clark iría por iniciativa propia a buscar esa novela. Creo que hay un tremendo pendiente de que los autores chilenos seduzcamos a los lectores de género, porque es la única manera que editoriales grandes, multinacionales como Planeta, como el grupo Penguin Random House, publiquen autores chilenos de fantasía fantástica. Todavía está ese prejuicio y es muy fuerte ese prejuicio. A mí me da un poco de pena porque lo natural sería que todos los lectores de Mariana Enríquez hubieran corrido a buscar la novela de la Lucía Ramírez, Laguna Negra, que se publicó por Minotauro el año pasado. Es una novela muy Mariana Enríquez, pero ni siquiera saben que existe, porque en rigor no son lectores de literatura fantástica ni de terror, son lectores de Mariana Enríquez.
¿Puede suceder que hoy la figura del escritor se mezcla con la figura del influencer? La misma Mariana Enríquez de pronto se convirtió en rockstar y sus seguidores la tratan como una influecer, me da la sensación.
Ella se convirtió en una marca y es súper heavy como lo logró en poco tiempo. Cuando la entrevisté me lo dijo, ella consideraba que todo había sido fortuito y casual, porque una novela como Nuestra parte de noche es muy raro que hubiera salido por Anagrama, porque Anagrama le da como una suerte de valor literario y de como que estoy leyendo algo serio, pero es porque en rigor, Nuestra parte de noche, y dicho por ella, es una novela que está más cerca de una novela de Stephen King publicada por Plaza Janés en los años 70. De hecho, la historia de Nuestra parte de noche no es muy distinta a la historia de Salem`s Lot; la de King tiene un vampiro y la de ella una secta con brujos, la historia oculta de Argentina, etc. Entonces ella me decía, “yo sé que hay mucho lector que me lee a mí, pero que todavía tiene prejuicio con la literatura comercial de terror; que sin darse cuenta leyeron una novela comercial de terror”. Leen a la figura más que indagar en la misma narrativa, en la tradición, que está todo ligado.
De pronto llegamos al futuro y ya estamos hablando de inteligencia artificial. ¿Tú qué opinas de la IA aplicada a la narrativa?
Yo creo que nos pegó fuerte porque se supone que los robots iban a reemplazar las tareas manuales ¿no?: la minería, Iban a pilotear autos, aviones, pero no iban a crear. Ahora yo creo que la IA todavía no están creando, están copiando, pero están copiando cada vez mejor, y aprende. Hay algunos artistas que dicen “no la uses porque si la usas va a aprender”, pero eso es una guerra que ya se perdió, porque en el fondo no necesita que tú la uses para que aprenda. Si tú ocupas Google, Google ya está aprendiendo; si tú contestas en un correo de Gmail y mandáis por Gmail o por WhatsApp o por lo que sea tu manuscrito a una editorial, a tu editor, esos datos ya están en la nube y los va a tomar la IA, y ya aprendió. Yo creo que en unos tres años más efectivamente van a haber novelas escritas por IA. Y ahí lo importante van a ser que las editoriales transparenten, “esta novela fue escrita por una IA”, para que el lector no compre huevos, porque te afirmo que las primeras novelas escritas por IA van a aparecer con nombres de escritores falsos, escritores fantasmas; van a inventar biografías de autores que no existen. Yo creo que se va a hacer realidad lo de Asimov, va a llegar un momento en que vamos a tener que establecer protocolos. Yo en Bahamut lo coloco, hablo de que en el año 2030 se establecen los protocolos de Montevideo para regular el uso de las inteligencias artificiales en determinadas áreas: si un libro, una película es escrita por una IA, que diga que es escrita por una IA. Pero hoy día yo creo que es una buena herramienta, bien útil, es una suerte de buscador de información muy rápido, más rápido que Google. Por ejemplo, ahora estoy escribiendo una novela ambientada en México y tenía una duda sobre cómo se estructura la policía mexicana. Le pregunté a ChatGPT hoy en la mañana y me entregó un ensayo completo de cómo se estructura la inteligencia y la policía mexicana. Eso es algo que probablemente a mí me habría llevado buscarlo bastante tiempo. Entonces, hay que aprender a usarla. Creo que lo más complicado es el tema de los guiones de cine, porque el guion de cine es estructura y, en ese sentido, es muy probable que las IA efectivamente aprendan a estructurar muy bien un capítulo de una serie o de una o de una película y la labor del guionista se termine resumiendo o reduciendo a la pega de un corrector o de alguien que da la historia, pero que la desarrolle a la máquina. Yo creo que hay que estar preparado y hay que empezar a aprender a usarla porque si no te vas a quedar fuera. Ya no se paró, ya no la pararon.
Una pregunta para cerrar. ¿Algún libro que nos recomiendes? ¿Algo nuevo o algo que haya que revisar?
Invitaría a buscar una novela que acaba de ser reeditada y que es la gran novela latinoamericana eclipsada por el realismo en México, que es Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal y acaba de ser republicada por Seix Barral. Esa es una novela sobre una ciudad, sobre un país, sobre un continente que, a través de un personaje que se llama Adán Buenosayres retrata la identidad de una nación y de un país completo. Creo que es muy actual porque permite leer la Argentina de hoy, la Argentina de Javier Milei, y es una novela que se necesita leer más, es una novela que se ha leído muy poco y que muy pocos la conocen. También Invito a redescubrir a una autora chilena clásica que se llama Magdalena Petit, que es una novelista de los años 30, 40, 50, que hizo novela histórica chilena y novela mitológica chilena antes de que se le dieran esos nombres. Hay que buscarla, hay que redescubrirla.
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