Jesús Diamantino (Santiago, 1984) es docente universitario e investigador, doctor en literatura por la Universidad de Chile y magíster en letras por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Además es miembro del Grupo de Estudios sobre lo Fantástico (GEF) de la Universidad Autónoma de Barcelona y del Grupo de Estudios Literarios y Comparados de lo Insólito y Perspectivas de Género (GEIG) de la Universidad de León. Ha sido editor de los libros Cuentos chilenos de terror, misterio y fantasía (2015) y Rutas Inciertas. Nuevos cuentos chilenos de terror, misterio y fantasía (2017), ambos de Editorial Cuarto Propio; compilador y editor de la antología Monstruos chilenos. Cuentos fantásticos y de terror (Ediciones Biblioteca Nacional, 2019), autor de Horrores. Cuentos extraños y perturbadores (Cuarto Propio, 2021), autor y antologador del libro El Legado del monstruo. Relatos de terror (2018), y Los que susurran bajo la tierra (2021), ambos de editorial Zig-Zag. En esta entrevista habla sobre su especialidad: la literatura de terror, su tradición y formas de abordarla como lectores y escritores. Nos detalla los tópicos del horror que se han desarrollado en Latinoamérica y también en Chile. Además, entrega su visión frente al “nuevo boom” de literatura y cómo se aborda el horror como forma discursiva. Al final, revela sus proyectos y se atreve con unas recomendaciones literarias.
¿A qué nos referimos cuando se habla de literatura de terror?
Cuando hablamos de literatura de terror, primero que todo tenemos que hablar de una literatura subversiva, de una ficción subversiva, con sus propias transgresiones. Es una literatura que busca subvertir, no solo los niveles de realidad, sino que también busca trastornar nuestras convenciones; nuestras convenciones sociales, nuestras convenciones ideológicas; por ende, el terror se transmuta a través de una idea, o una amenaza, mejor dicho. La idea de una amenaza que puede ser real, en el sentido de que es identificable en la realidad o, sobrenatural, donde puede ser un fantasma, un vampiro, cualquier amenaza que no tenga una explicación lógica. Esta amenaza siempre de una u otra manera vulnera a los personajes de la ficción. Entonces la transgresión de la que hablaba y la subversión se trata precisamente de eso, porque nosotros empatizamos con la vulnerabilidad de los personajes ante esta amenaza y, esencialmente, esta amenaza siempre va a ser un símbolo de alguna inquietud; de algún miedo que puede ser individual, pero que finalmente termina siendo una preocupación colectiva.
En la literatura de terror se puede observar una tradición muy larga. ¿Qué ha permitido que siga progresando y desarrollándose temáticamente hasta el presente?
La verdad es que el desarrollo del terror en la literatura no es muy distinto a otras formas de ficción. No se distingue ni tampoco tiene un origen demasiado especial, porque al igual que cualquier otro tipo de literatura, que sea realista o no sea realista, es una literatura que proviene de tradiciones orales antiquísimas, ancestrales, cuando las primeras comunidades primitivas intentaban explicar los fenómenos de la naturaleza a través de los mitos, y, por otra parte, también existía a través del mismo discurso oral. En esos mismos círculos también se transmitía conocimientos, conocimientos que cada vez se fueron haciendo más sofisticados: la ciencia, la agricultura, las formas también primarias judiciales, en fin. La cuestión es que la literatura de terror tiene el mismo origen, el mismo origen de los mitos, las leyendas, las narraciones populares, porque en el fondo estas amenazas de las que te hablaba, que nosotros podemos registrarlas desde el siglo XIII después de Cristo, y con el surgimiento del cristianismo, comenzamos a tener relatos populares que provienen de las tradiciones más arcaicas y folclóricas. De ahí en adelante esa tradición oral se lleva al papel, y del papel después se va desarrollando en la medida de que se van también sofisticando y avanzando todos los mecanismos de discusión, de conocimiento, de ficción, como el desarrollo de la imprenta en el Renacimiento, después se incrementa con la Revolución Industrial, y después en el cine, por supuesto. Por ende, la literatura de terror tiene, como dice el mismo H. P. Lovecraft, proviene de todos los mitos y los relatos populares orales, es decir, el miedo atávico y antiguo, que es el miedo a la muerte. El miedo a la muerte hasta el día de hoy es un miedo que todavía prevalece a pesar de nuestros avances tecnológicos, pero el miedo a la muerte siempre ha sido un misterio y siempre ha sido una negación y un tabú desde los principios de las civilizaciones. Entonces, la literatura de terror, lo extrapola en estas figuras metafóricas como es el fantasma, el vampiro y otras tantas que han surgido también.
Te he escuchado decir que el terror no es un género, sino una forma discursiva. ¿Podrías explicar esto?
Cuando hablamos de géneros en la literatura, nosotros hablamos de construcciones discursivas que tienen primero un amplio desarrollo histórico y que también comparten cierto elemento en su estructura tanto conceptual, temática y estilística. En este caso, por ejemplo, el género de la ciencia ficción tiene cierto convencionalismo que tiene que ver con la proyección de la tecnología, la proyección futurista, el cuestionamiento de la sociedad en cuanto al descontrol, del progresismo técnico, científico, etcétera. Y todos esos elementos nosotros los podemos ver reflejados en distintos perfiles de la ciencia ficción que van a estar siempre ahí. Es como una “masa madre” que se ocupa, y donde todos los géneros cumplen con esas características. Hay géneros que son antiguos y otros géneros que son más modernos, como es el caso del relato policial, que es uno de los más modernos que existen, que surge en el siglo XIX con la Revolución Industrial, también con los cambios económicos y con los sistemas económicos europeos que ofrece la Revolución Industrial. Entonces, claro, los géneros, en realidad, yo creo que técnicamente se caracterizan por eso, porque tienen ciertos elementos tópicos, elementos estilísticos, que se repiten, son sistemáticos y que son esa masa madre que se utiliza para el desarrollo de muchas vertientes de esos mismos géneros. No obstante, en el terror no considero que es un género, porque el terror en realidad, desde sus inicios, es tremendamente ambiguo porque la forma terrorífica, que la tenemos que entender como una ficción donde se presenta una amenaza que vulnera a los personajes y que tiene un carácter simbólico, se cuela en realidad en otros géneros, y se cuela como un lenguaje, se cuela como una subversión, pero que no necesariamente se impone en todas las ficciones. En la literatura gótica, por ejemplo, a finales del siglo XIX, los elementos terroríficos que provenían del imaginario folclórico, como los aparecidos, los fantasmas, la brujería, respondía también a todo este gusto, este goce estético por lo desconocido, lo que estaba fuera de los márgenes del conservadurismo, de los saberes establecidos, pero en realidad era un ingrediente para estas novelas que no todas se clasifican como obras de terror, porque en realidad muchas veces es el realismo el que prevalece. Sin embargo, el terror, es un lenguaje; es un lenguaje que se cuela en otros grandes géneros. Por otro lado, nosotros tradicionalmente relacionamos el terror con lo fantástico, y lo fantástico es un género que parte de esta masa madre, de la inserción de un elemento sobrenatural y lógico en un mundo en el que nos podemos identificar. No obstante, esta irrupción sobrenatural en la mayoría de las veces tiende a ser terrorífica, como es el caso de los fantasmas, los vampiros y todos esos fenómenos que son ilógicos, pero que también son simbólicos, pero los relatos fantásticos o el género fantástico no necesariamente es de terror. Si pensáramos en el género neofantástico o la evolución del género fantástico con autores latinoamericano, como los del boom: en Julio Cortázar, si pensamos en la María Luisa Bombal, si bien ellos trabajan lo fantástico como género, no necesariamente está presente este lenguaje subjetivo de la amenaza que vulnera a los personajes y establece la identificación con los lectores.
¿Cómo ves la actual escena de literatura de terror y fantástica en Chile? Pareciera que hay cierto auge de ello.
Yo creo que desde hace unos 20 años la literatura desde el siglo XXI, me atrevería a decir, hay un auge muy grande en Chile o un interés muy grande por los autores chilenos en los géneros no miméticos: me refiero a los géneros no realistas. También un interés muy grande por la ucronía, que es por ejemplo cambiar acontecimientos históricos. Pero la cuestión es que en Chile hay una propensión general por los autores por explorar los géneros no miméticos, ya sea la ciencia ficción, ya sea lo maravilloso a través de la fantasía épica, ya sea con las relecturas de la historia o insertando todo el lenguaje del terror clásico o, lo que se llama actualmente, lo neogótico. Esto último se ve, por ejemplo, en escritoras como Francisca Solar. Yo creo que hay un interés generalizado, pero ese interés generalizado tiene que ver también con las influencias que tienen los escritores actuales, que tienen que ver con las influencias del cine, de la serie de televisión, los videojuegos, los cómics y toda la cultura de masas y todos los discursos transmediales que están transformados en los referentes primarios de estos autores, más que los referentes literarios. Entonces, cuando muchos escritores actuales que trabajan los géneros no miméticos, uno ve que varios de ellos usan la estructura novelesca de series de televisión, por ejemplo, y eso es muy curioso, porque se piensa la obra literaria o la novela como si ésta fuera potencialmente adaptada a la pantalla, y eso es una tendencia técnica y visual que responde a esto. Yo no creo que exista un interés particular por el terror, yo creo que el terror se suma a este interés generalizado por lo no mimético, por lo fantástico, por la ciencia ficción, por lo maravilloso, por la fantasía épica, por la ucronía. Creo que hay un interés que unifica a todos que tiene que ver con el cuestionamiento de los discursos realistas, que tiene que ver con el cuestionamiento, por ejemplo, de los discursos históricos, el cuestionamiento a la memoria, a la memoria resquebrajada que tenemos los chilenos, a la idea de reconstruir una historia, reconstruir un patrimonio cultural colectivo. Ahora, por ejemplo, si nosotros pensamos en la celebración de los 50 años del golpe y lo crispado que está el ambiente, yo creo que el arte se hace cargo también de esa crispación. En este caso, la literatura, a través de todas estas formas simbólicas e imaginarias, en el fondo es un retrato de todas las inquietudes y las contradicciones sociales en post de buscar una identidad que cuesta mucho hacerla. Yo creo que la literatura, y particularmente todos estos géneros de no ficción (o sea no realistas) son retratos aún más auténticos de la realidad de lo que puede ser una literatura realmente realista, con todos los convencionalismos.
¿Pero esta nueva tendencia podría considerarse algo disruptiva frente a una tradición más realista en la literatura chilena?
Primero, como una cosa importante (pero esta es mi opinión teórica o crítica) yo no considero que Chile tenga ahora, o en estos últimos años, como una especie de quiebre de una tradición. Yo creo que desde los inicios de la literatura chilena ha existido lo fantástico como un interés ficcional. Desde la novela de José Victorino Lastarria, Don Guillermo de 1860, y que es un referente para la novelística chilena, es una novela que incorpora elementos fantásticos. Y no solamente incorpora elementos fantásticos de la tradición europea, como es el caso, por ejemplo, de lo demoníaco, de la construcción de este universo infernal, sino que también recoge la tradición popular e imaginaria del folclor chileno, como es el caso del imbunche, la brujería, en fin. Entonces, de ahí en adelante los escritores chilenos comienzan a recurrir al folclor, comienzan a recurrir a todos los insumos de nuestra tradición popular, y son muchos los escritores que lo hacen, y probablemente los escritores más canónicos también. Desde Marta Brunet con sus cuentos brujeriles, hasta José Donoso con El obsceno pájaro de la noche, Roberto Bolaño con Nocturno de Chile, y otros. Imagínate, si hacemos un repaso completo, tendríamos que incluir a Vicente Huidobro, tendríamos que incluir también a Jenaro Prieto, porque los escritores más representativos de la literatura chilena han incursionado en los géneros fantásticos, por lo tanto, la estela de los fantásticos siempre ha existido, y también del horror, porque lo interesante es que estos autores incorporan el horror como un elemento esencial. Si nosotros pensamos, por ejemplo, en relatos tan interesantes como en el clásico Francisco Coloane con sus cuentos de Cabo de Hornos, está esta naturaleza prelúdica que termina siendo una naturaleza monstruosa; un monstruo que habita los confines de Chile. Ahí claramente hay una serie de metáforas sociales que tiene que ver con una crítica al centralismo de nuestro país, y bueno, los ejemplos son muchísimos: El socio de Jenaro Prieto, que es nuestra novela del motivo del doble, del doppelganger, que en el fondo es una mirada crítica al auge del capitalismo en Chile a través de la invención de este personaje ficticio que es un socio, que es un empresario inglés, que finalmente termina siendo un monstruo, y que es el monstruo del capitalismo que se está instaurando en el nuevo sistema económico chileno. Finalmente, nuestros grandes representantes de la literatura han incursionado en este género, por lo tanto, no creo que sea algo novedoso lo que está pasando ahora. Yo creo que se está aplicando una estela que ya existe.
Occidente tiene su tradición de terror y sus símbolos, y Norteamérica también. ¿Hay algo que distinga a Latinoamérica en cuanto a sus temáticas de terror?
Sobre los terrores latinoamericanos, yo creo que el escritor, que mejor ha plasmado eso, no es un escritor chileno, sino que es el uruguayo Horacio Quiroga. Quiroga es conocido por cuentos como El almohadón de plumas, La gallina degollada, A la deriva, El vampiro, en fin, tiene muchísimos textos que exploran lo fantástico y el horror, pero desde una perspectiva latinoamericana. Esto es porque en Latinoamérica hay un elemento esencial que es la naturaleza; el gran poder de la naturaleza. La naturaleza que resulta indomable, la naturaleza que se impone sobre el ser humano y la naturaleza que hace ver la vulnerabilidad y la pequeñez del ser humano. Esto tiene que ver también con toda una conciencia del trauma que significó el descubrimiento y después la conquista del territorio americano donde finalmente todo el vínculo que los aborígenes tenían con la naturaleza fue depredado por los conquistadores. Pero también, independiente de eso, tenemos que entender que la naturaleza, más allá de todos los avances modernos y civilizatorios, siempre está presente y siempre va a ser acechante. Si pensamos en Horacio Quiroga, siempre va a estar esta idea de la herencia, por ejemplo, en el caso de El almohadón de plumas, que perdón, spoiler, pero finalmente tenemos un relato de vampiros sin vampiros, donde aparece esta garrapata que es finalmente la representación de la fuerza de la naturaleza. Tenemos también el caso de La gallina degollada, que son estos niños que tienen una enfermedad mental que matan a su hermana, y que tiene que ver con volver al principio de lo primitivo, a lo animalesco, lo bestial, la naturaleza. Al final, yo creo que en general, especialmente en Chile, algo que caracteriza a nuestra literatura es eso, precisamente: la naturaleza, la naturaleza imponente, los bosques, lo selvático, es esta naturaleza indomable que siempre va a estar en nuestra literatura. Yo creo que incluso los textos que pueden ser más cosmopolitas, siguen siendo super criollistas, porque nuestra literatura latinoamericana es muy criollista.
¿Cuál es el terror más latente que tú has observado en la literatura chilena? Algo que uno pueda observar que se una constante, más allá de la misma naturaleza.
Yo creo que en la actualidad está muy de moda (y yo también lo he trabajado) el terror político que emana desde esta memoria fracturada que nos deja la dictadura. Yo creo que la dictadura es un caldo de cultivo temático para el terror, y no solamente para el terror. Nosotros sabemos que también es un tema recurrente en muchas formas artísticas, y es natural que así sea también. No hay ninguna crítica al respecto. Pero yo creo que eso, por una parte tenemos el terror político, y por otra parte tenemos la reivindicación de los elementos folclóricos; la actualización o la puesta en escena de la mitología. Es decir, el rescate de nuestro folclor, de las leyendas, que siempre estuvo supeditado a las zonas rurales. Y este carácter rural que hay también toma como recurso temático e insumo temático el terror. Creo que esos dos temas son los que se utilizan hoy en día.
Se dice que el nuevo boom de la literatura latinoamericana está cargado de escritoras mujeres, pero también cargado de literatura de terror. ¿Por qué crees que se dio esto con muchas mujeres y con el terror como discurso protagonista?
Creo que ahí contradigo un poco esta visión sobre una invasión de escritoras que escriben terror. Yo no estoy tan de acuerdo con esta idea, de la cual incluso la crítica se ha hecho cargo, sobre esta supuesta oleada de escritoras de muchas partes. Creo que esto ocurre especialmente en Ecuador, con escritoras como Mónica Ojeda y la Solange Rodríguez Pappe. Bueno, y también en Argentina con Mariana Enríquez que lleva la bandera de todo esto junto a Samanta Schweblin. Aunque yo creo en Argentina está ese epicentro, porque bueno, Argentina siempre ha sido el epicentro de lo fantástico en toda la región latinoamericana. Y eso es gracias a la incorporación y a la influencia que abiertamente tuvieron escritores, o mejor dicho, como la bandera de lucha que tuvieron escritores no realistas como Jorge Luis Borges. Pero independiente de esto, aquí en Chile tenemos a Alejandra Costamagna, tenemos a la Francisca Solar, Carolina Melys, y un montón de escritoras. Ahora, lo que sí opino, es que yo no creo que esto sea una moda de mujeres chilenas o de mujeres latinoamericanas. Yo creo que está pasando algo muy parecido a lo que pasó en el siglo XIX con el boom de la literatura de terror en general. Porque, por ejemplo, en el siglo XIX hubo un interés, especialmente en Inglaterra, Estados Unidos, Francia, un interés muy grande por todos los saberes pseudocientíficos, como la parapsicología, por ejemplo. Entonces ahí hay muchas escritoras que comenzaron a visibilizarse, a escribir literatura de fantasmas, a escribir literatura espectral. Y claro, la gran madre de todo esto es Ann Radcliffe en la literatura gótica y Mary Shelley, por supuesto, con Frankenstein. Yo creo que ahora lo que pasa es algo parecido. Yo creo que hay un auge en la literatura de terror y se están visibilizando muchas escritoras, pero no por eso, digamos, es un dominio de las autoras, es una tendencia generalizada que ha permitido, afortunadamente, visibilizar a muchas escritoras, pero que no es algo propio de ellas. No creo que tenga que ver con una cuestión de género. Eso es lo que quiero decir. Me da la impresión que es algo más bien transversal.
¿Y cuáles son tus intereses temáticos como escritor de terror?
Es difícil autodefinirse con los intereses que uno tiene. Yo creo que como escritor todos nosotros nos vamos descubriendo en el camino, y en la medida que vamos escribiendo la misma escritura es reveladora de nuestros propios intereses. Tú también eres escritor y me da la impresión que tienes tus referentes, que pueden ser bastante claros para las personas que te conocen, y si uno los lee, también está leyendo la identidad de la persona que está escribiendo. Sin embargo, independiente de los referentes que uno pueda tener, uno va a encontrar su propio camino con la práctica de la escritura. En mi caso yo he ido descubriendo que me interesa muchísimo la reactualización de ciertos tópicos tradicionales. Yo creo que por ahí va mi interés. La reactualización, por ejemplo, del vampirismo, la reactualización de lo brujeril, la reactualización lo sectario, de las tradiciones paganas que alimentaron la imaginación del gótico. Creo que el gótico es uno de los elementos que a mí me atraen muchísimo. Y me encanta reinventarlo, me encanta incorporarlo conscientemente en mi escritura. Pero, como te digo, es una forma, es un lenguaje que me gusta, pero los temas yo creo que van variando. Se me ha catalogado en la crítica que yo trabajo terror político cuando nunca fue mi intención trabajar en terror político, pero también entiendo que probablemente todos los escritores nos vemos influenciados también por ciertos temas o por ciertas inquietudes que muchas veces incluso son hasta inconscientes. Pero yo creo que mi literatura, si yo tuviese ahora que definirla, es una literatura gótica, es una literatura que busca reivindicar o reinventar temas clásicos del horror como es el vampirismo, por ejemplo. El vampirismo me encanta, pero no es, digamos, lo único que escribo, sino que en general me gusta reivindicar aquellos tópicos y temas clásicos.
¿En qué estás trabajando actualmente en tu escritura?
Estoy ahora en las correcciones de mi nueva novela que se llama Rural, en donde abordo muy conscientemente el tema del terror sectario, pero desde una perspectiva muy, muy criollista, y muy realista, en parte. Pero mi objetivo con este libro es explorar en gran parte el horror simbólico que puede existir en relación a los márgenes de la ciudad,
lo que nosotros entendemos acá en Chile como lo incivilizado de las zonas rurales. Eso es lo que intento plantear en esta novela. También estoy trabajando en una compilación de cuentos que estaría para el próximo año, igual que la novela que va a publicarse en enero del 2024, y también en una nueva antología de cuentos que tiene justamente como idea principal la reivindicación de personajes clásicos del horror.
¿Alguna recomendación que nos quieras dar? ¿Una recomendación literaria de un texto que hay que leer sí o sí?
Hace poco en redes sociales me hablaron bastante porque publiqué una foto de la novela Drácula, que para mí siempre va a ser una guía de lectura y una guía de escritura también. Creo que para la gente que le gusta el terror, especialmente la gente que le gusta escribir terror o que le gustaría escribir terror, esta es una novela esencial para visitar. Siempre va a ser Drácula porque Drácula contiene una serie de elementos técnicos innovadores y es una provecha técnica en realidad. Es una novela muy compleja y una novela muy terrorífica y muy fascinante en su tratamiento. Ahí hay un clásico que podría recomendar. Por otro lado, otra novela que a mí me gusta, que quizás no es de terror, pero también la consulto bastante, y para mí es un referente, que es American Gods de Neil Gaiman. Considero que también incorpora muchos elementos. Hay una complejidad dentro de la novela que yo considero que es exquisita, como la mezcla de diferentes perspectivas narrativas, la imbricación de diferentes tiempos narrativos, la incorporación muy vanguardista de la reactualización de la mitología. Creo que es un texto súper original, tan original como lo fue Drácula en su momento. Debo confesar que en realidad mis libros favoritos son aquellos libros que considero que son innovaciones y que presentan una complejidad y te vuelan la cabeza en ese sentido. Yo creo que estos dos libros los he estado consultando mucho para revisar un poco los detalles de mi nueva novela. Los recomiendo.