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Rubén Dittus: Escribir "El mural de los cerdos" fue una necesidad biológica.

Actualizado: 21 ene

Rubén Dittus (1974) es periodista, editor y profesor universitario. Fundador de Nass Papier, en esta entrevista se sincera a propósito de la edición ilustrada de su novela El mural de los cerdos, una ucronía que a sus fieles lectores los ha dejado boquiabierto. Con un doctorado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Barcelona y estudios se semiótica en la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, su camino por el campo literario es reciente y fruto del azar. En pandemia alimentó una de sus redes sociales plagados de máximas, relatos y diálogos que le han traído solo gratitud. Como tarotista, dice todavía tiene pánico por las cosas que algunas amistades le preguntan. Para leerme las cartas puso como requisito publicar con esmero estas líneas. Y aquí estamos. Estos y otros sabrosos condimentos los presentamos en este diálogo ameno y, a ratos, hilarante.



¿Por qué escribir una novela en la madurez de tu vida?

Pensé que dirías vejez, cosa que me habría espantado. Espero que sea a penas la mitad de mi vida.


Dejémoslo en cuarenta y tantos años.

La primera versión de El mural de los cerdos la publiqué a los 45. Una autoedición que todavía está disponible en Amazon, pero a la que había que añadirle una revisión y las ilustraciones. Así nace esta nueva versión. Es el deseo de mejorar la obra.


Ya llegaremos a eso. Dime, ¿por qué escribir?

La historia del libro te la resumo. Después de redactar y defender una premiada tesis doctoral en Barcelona sobre el cine documental político, quedé un poco hastiado del objeto de estudio, un síntoma que es propio de los doctores recién graduados. Mis colegas lo entenderán. Hay un deseo casi instintivo de buscar cosas nuevas. Así llego al cine de ficción. Ahora, de ficción se había investigado bastante, de cine chileno me refiero. Así que le di vuelta a algo novedoso… el guion. Estuve estudiándolo por casi siete años. En ese período dirigí dos proyectos Fondecyt, que financia ANID con fondos públicos, los que generaron varios artículos académicos. Es en ese período donde fundé un núcleo de estudio llamado GuionChile. Todavía está operativo, con página web y redactando los últimos escritos, y del que Nass Papier será una afortunada protagonista. Viene un libro que, espero, dé que hablar.


Déjame ver si entendí. Te cansaste de estudiar el cine documental, pasaste al cine de ficción y te aburriste de este último.

No fue tan así. Te explico. En el momento peak del estudio sobre el campo de los guionistas en el cine y la narrativa audiovisual en Chile, me vi en la necesidad casi impulsiva de aprender a escribir guiones para comprender con mayor cercanía mi objeto de investigación. Ello me llevó a matricularme en el diplomado en dramaturgia para cine que dictaba el reconocido Benjamín Galemiri en la Universidad de Chile. Ello fue el año 2013. Un año después de doctorarme. Aquel año escribí mi primer guion de largometraje, del que tuve nota máxima. Entonces mi ambición creció. Al poco tiempo me matriculé en otro postítulo de análisis de guion en la Universidad Finis Terrae. Y con el detalle no menor que en ese entonces vivía y trabajaba en Concepción. La cuestión es que por falta de matriculados ese programa no se dicta, entonces me ofrecieron el magíster en creación de guion, que sí tenía estudiantes suficientes. No lo pensé tanto. Es una señal del universo, me dije, así que seguí viajando semanalmente a Santiago. Esos periplos me dejaron como un fiel pasajero de un céntrico hotel, del que podría escribir otra novela.

¿Se puede saber el nombre del hotel?

Prefiero guardarme el secreto. Solo diré que está ubicado en el Barrio París-Londres. Como hay varios allí, dejaré el enigma para no beneficiar o perjudicar a nadie. Al menos por ahora.


Y con el magíster en guion escribiste tu segunda película.

Claro. Bien dicho. En los estudios de guion se aprende a escribir en imágenes. Se escriben películas, aunque la mayoría nunca se filmen. Y no es fácil. Hay que saber de estructura, de poética, de psicología de personajes, de argumento filosófico, de giros dramáticos… La experiencia fue genial. La pasé fantástico. Conocí a gente muy entrenada en el campo y del que tengo contacto hasta hoy. La cosa es que dos años preparé el proyecto final. ¿Adivina cuál fue?


El mural de los cerdos.

Casi. En realidad, fue solo la premisa y algo más. El guion tenía otro nombre, era más oscuro, algunas fallas en los diálogos. Creo que ese escrito adolecía de sustancia. Pero lo escribí y lo defendí. No pasó mucho tiempo y debido a mis ganas de que la historia tuviese alguna difusión lo convertí en novela, transformando casi el 70 por ciento de la trama. Se agregaron subtramas y personajes. Se mejoraron las relaciones dramáticas.


¿Se te ocurrió o te lo sugirieron?

Fue una necesidad biológica. Si no lo hacía no habría terminado el ciclo. Recordé trabajando en la UC de Concepción lo que me dijo una visita ilustre. Eso fue hace mucho tiempo. 2005 o 2006 quizá. Nos visitó Juan José García-Noblejas, catedrático español y experto en el análisis de guiones y estructuras narrativas de cine y televisión. En aquel encuentro me comentó la experiencia de un estudiante en el máster de guion que coordinaba en la Universidad de Navarra. No contento con su trabajo final, el que quedaría archivado y con suerte alguien más lo leería, decidió adaptarlo a un formato de novela. Pasó en pocos meses del guion a la literatura. Tenía casi todo, o lo más complejo: la estructura. Las acciones, los lugares, los personajes, los diálogos… todo. Era cosa de ponerse a editar. Recordé ese caso y apliqué lo mismo. En pocos meses mi guion se había convertido en una novela, con algo más de investigación y documentación, pero luego de varios borradores y bloqueos mentales. Se me hizo fácil la adaptación. Ese período no duró más de cinco meses. Luego viene la revisión final y los amigos lectores.


Por eso dices en tu prólogo que se trata del guion de una película posible.

Así es. Y si te fijas, el ritmo de la novela, la forma en que se presentan los episodios, los cambios argumentales son propios de una película histórica de ficción, pero con hechos alternativos.


¿Es lo que entendemos por una ucronía? Explícanos esto.

La ucronía es un género literario, y como tal sigue ciertos patrones o contratos. Lo primero que hay que recalcar es que estamos ante una obra de ficción. Este dato es muy importante. Todas las ucronías son relatos de ficción. Se basan en acontecimientos o personajes históricos, que sí tienen relevancia en la memoria colectiva, pero que la imaginación o pluma del autor modifica a su arbitrio.


Entonces las ucronías no son predecibles o verosímiles.

Son cosas distintas. La verosimilitud es un recurso aristotélico. Fíjate en lo antiguo que es. Un relato es verosímil cuando es creíble. No es lo mismo que sea verdadero, ya que la verdad es lo contrario a algo falso. Y la verosimilitud descansa en la capacidad que la audiencia tiene de aceptar que lo que le cuentan puede haber ocurrido, aunque sepa que es ficcional. Es decir, hay mentiras verosímiles y verdades no creíbles.


¿Y por qué El mural de los cerdos es una ucronía? Bueno, yo lo sé. Leí tu novela, de la que tengo elogios, por cierto. Es una pregunta más bien retórica.

Gracias, acojo muy bien tus impresiones. Es una novela ucrónica porque los hechos principales que se relatan transcurren el año 1974 en Santiago de Chile, tras un año de haber sido derrocado el gobierno de la Unidad Popular. Allí un plan de venganza se pone en marcha con el propósito de acabar con un influyente y desquiciado agente de la DINA, la policía secreta de Pinochet.


Es difícil conversar sobre una obra de la que se puede precisar muy poco, para no revelar las sorpresas… dime… ¿la definirías como una tragedia o una sátira?

Tiene ambas cosas, de tragedia, algo satírico, así como de novela romántica y epopeya. Si te fijas bien, tiene todos los ingredientes que la convierten en un relato universal: amor, desamor, traición, venganza, duda, poder, dinero… hay un plan del que participan personajes opositores al régimen que gobernaba Chile y varios rostros que se nos hacen cercanos, probablemente porque representan fuerzas actanciales en cualquier gobierno militar: el milico arribista, un topo, el torturador, el guerrillero, los amigos del régimen, pero que le prestan ropa porque les conviene, no por convicción.


Tengo entendido que tus estudiantes han sido tus más cercanos lectores.

Además de mis amigos más cercanos, familiares y más de alguna sorpresa que tuvo el tiempo y ganas de entrar en esta aventura lectora. Y debo decir una cosa, se ha dado una constante. La novela gusta mucho. Gusta en la forma como es contada, el tratamiento dado a algunos personajes y el sorpresivo o sorprendente final, como lo han catalogado.


Es sorprendente. Concuerdo en ello. ¿Te costó desenredar de esa forma tu relato?

Era la única manera en cómo debía terminar esa historia. Y partamos de una base. Al ser ucronía, el desenlace no puede llevarnos al presente. Diré solo eso, para no estropear la sorpresa a los futuros lectores.


¿Qué reacciones recuerdas de algún lector o lectora?

Una estudiante me dedicó un dibujo en alusión a un personaje que le sacó lágrimas. Otra lectora me comentó que el destino de uno de ellos la dejó muy pensativa durante días. Un estudiante, esperó en último día de clases. Se acercó y me dio las gracias. No era buen lector, pero la novela lo motivó a seguir leyendo. Cosas como esas son gratificantes. Y estamos hablando de jóvenes cuyos hábitos en lectoría están muy lejos de los que yo tuve a esa edad.


De todas esas emociones, ¿cómo se vive leer tu novela, ahora ilustrada?

Es una sensación extraña. Primero se vive con algo de ansiedad, siguiendo el proceso y luego el goce de ver plasmado en imágenes hechos y personajes que uno como autor ha diseñado. Esa mirada externa, artística y que busca complementar el relato fue altamente satisfactorio. El trabajo de Jota Lara, encargado de las treinta ilustraciones que tiene la nueva edición, es una joya de principio a fin. Respetuoso y siempre atendiendo a sugerencias y opiniones.


¿Esperas la película?

Si algún director se atreve, ¿por qué no?


¿Alguno en particular?

Quentin Tarantino.


Se ve difícil la elección.

Es verdad. La venta de mis derechos serán millonarios.


En septiembre de este año, el director chileno Pablo Larraín estrena su película El Conde, donde un vampiro basado en la figura de Augusto Pinochet es interpretado por Jaime Vadell. ¿Te gusta esa mirada satírica sobre un personaje histórico tan cuestionado o prefieres un destino como el que propones en tu novela?

Me quedo con el Pinochet de El mural de los cerdos.


¿Crees que es más justo?

Creo que Pinochet no está hecho para comedias. Mis lectores lo entenderán y quienes vivieron esa etapa de la historia, también. Detractores o partidarios.


Rubén, ¿hay nuevos relatos?

Estoy trabajando en una falsa novela. El relato habla de política, pedofilia y dinero, pero en un país ficticio. Cualquier parecido con la realidad es a propósito. Y en pocos meses más, un ensayo sobre una de las películas más provocadores sobre la influencia del Opus Dei en Chile. Es un análisis semiótico que se convertirá en libro de divulgación.


Veo que seguirás en temas poco amistosos.

Es la línea que abraza Nass Papier. Temas que incomodan o que otras editoriales no puedan/quieran publicar.


¿Y qué dicen las cartas del Tarot?

Que esta no será mi última entrevista.


¿Puedes leerme las cartas?

Luego que publiques estas palabras.


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